Las entrevistas txistorreras

Sea con preguntas de nuestros lectores o sea respondiéndonos a nosotros, no tienen desperdicio. Y hay quien se atreve a responder...

Entrevistas

Incorrección política

El análisis y comentario político, de cuestiones navarras y del resto del mundo, nos lo da sin tapujos el politólogo y escritor Juan José Domínguez

Juan José Domínguez

Hablemos de dineros...

Con lo que nos cuentan El Filibustero y Jesús Jiménez, "Er Jimi", entendemos de fábula las cosas de la Economía navarra y del mundo

Economía

miércoles, 4 de agosto de 2010

Recuerdos del Mundial... desde Palestina

Por ERIKA J.
Corresponsal txistorrera

Desde que el mundial empezó, los hogares palestinos escogieron a su equipo favorito y lo hicieron ver al resto enarbolando banderas en ventanas, balcones y azoteas. La situación local determinó en muchos casos los favoritos. Y es que en la zona de Belén hay tres pueblos principales: Beit Lehem (Belén, 35% cristianos), Beit Sahour (donde yo vivo, 80% cristianos), y Beit Yala (90% cristianos). Cuando Israel ocupó Cisjordania en 1967, muchos palestinos cristianos emigraron a países de Sudamérica, por lo que en esta área hay palestinos que vivieron durante años en Honduras y en Chile. De hecho, en Chile hay más gente originaria de Beit Yala (más de 100.000) que en el propio Beit Yala (13.000). Y en el grupo de España estaban Suiza, Honduras y Chile. Empezamos bien.

Las banderas españolas estuvieron presentes en los balcones del área de Belén desde el principio, pero las que más abundaban eran las de Chile en Beit Yala y las de Brasil en el resto de la zona. En todo caso, con cualquier partido se oían los gritos y cánticos provenientes de bares y restaurantes y de la plaza de la Natividad de Belén, donde se había instalado una pantalla gigante para ver los partidos del mundial.

En la liguilla dejamos fuera a Chile y Honduras, pero nadie nos guardó rencor; prueba de ello es que empezaron a aparecer más banderas españolas, especialmente tras la eliminación de Brasil.

La semifinal contra Alemania la viví en un restaurante de Beit Sahour con un grupo de españoles que había venido de visita a Palestina con el Grupo de Turismo Alternativo (http://www.atg.ps/, para quien le interese) para la que fui voluntaria el año pasado y con la que aún colaboro esporádicamente. Yo iba a ser su guía por Jerusalén durante los dos días siguientes, por lo que fue un buen momento para conocernos. Junto con una docena de palestinos, vimos el partido dos navarros, un madrileño, un bilbaíno, un barcelonés, un valenciano, un maño, dos malagueñas, tres italianos y un inglés. La combinación era bastante buena para liar un buen jaleo y, tras cánticos como “esta noche quemamos Beit Sahour”, “ese muro, lo vamos a tirar” y “es colono el que no vote es, es”, terminamos la noche celebrando el gol de Puyol y el pase a la final con una conga internacional por todo el local.

Y llegó el día de la final. Belén amaneció con mayoría aplastante de banderas españolas en balcones, azoteas y ventanas, pero yo me tenía que ir a Jerusalén a fotografiar la tienda de campaña que la familia de Guilad Shalit, el soldado que Hamás retiene en Gaza, había instalado delante de la oficina del primer ministro israelí para protestar por la falta de acuerdo entre las partes para devolverlo a casa. Salí de casa y me dirigí al muro para cruzar el check point y salir a Jerusalén. Pero el check point estaba colapsado y decenas de personas hacían cola a la espera de que los soldados israelíes les permitiesen pasar al otro lado del muro. Belén está de Jerusalén como Cizur de Pamplona, pero el checkpoint dichoso puede convertir un minúsculo viaje en una travesía de dos horas, como de hecho me pasó esta vez, y la existencia del muro convierte a ambas partes en dos mundos diferentes e incomunicados.

Mientras esperaba a pasar junto con los palestinos, uno de ellos se fijó en mi pasaporte, que yo llevaba en la mano, y me preguntó: “¿eres de España?” “Sí” “¡¡¡Eeeehhh! Esta chica es de España!!!” Revuelo general. “¡Qué pedazo de partido contra Alemania!” decía uno. “Boyol (así es como pronuncian aquí ‘Puyol’) ¡el mejor del equipo!” decía otro. “Yo estaba con España desde el principio”, exclamaba uno que estaba a punto de cruzar el primero de los tornos metálicos. “Mentira, que te vi en la plaza de la Natividad con la bandera de Brasil”, le contestaba el de detrás. “¡Esta noche machacamos a Holanda!” me dice el señor que tengo al lado. “¡Sí, que lo dice el pulpo Bol!” (en árabe no existe la P, así que todo lo que tenga P se vuelve B). Carcajada general. Como si los soldados se hubiesen dado cuenta de que los palestinos ya no estaban aburriéndose en la cola y no merecía la pena exasperarlos más, todo comenzó a ir más rápido. Mientras cruzaba por fin el primero de los tornos metálicos después de una hora de espera, un señor mayor sin apenas dientes me gritó: “¡Si queréis ganar no pongáis a Torres, poned a Bedro, que seguro que mete el gol de la victoria!” Por fin conseguí salir al otro lado, donde el bus a Jerusalén estaba esperando.

Varios de ellos subieron conmigo, y cuando llegó mi parada me chillaron: “¡Estamos contigo esta noche! ¡Yala Esbaña!” “Y recuerda, ¡no pongáis a Torres, poned a Bedro!” me dice el señor sin dientes, fan incondicional del azulgrana. El lugar donde me bajé del autobús era el centro de Jerusalén oeste, es decir, israelí, y me dio, como siempre, la sensación de haber cruzado el stargate a otro mundo. Hoteles de lujo, parques verdes, coches último modelo aparcados, carril bus... Caminé hasta el lugar donde la familia Shalit había instalado la tienda, en la que se encontraban una decena de personas y cinco o seis periodistas, todos ellos israelíes. Allí me encontré con una fotógrafa sueca amiga mía, quien me felicitó por el pase a la final. Varios periodistas y manifestantes lo oyeron, así que vinieron a felicitarme “por haber eliminado a Alemania”, razón por la cual ahora apoyaban a España. “Yo no iba con ningún equipo, lo único que quería es que Alemania perdiese”, me decía uno. “A mí no me gusta mucho España, pero cualquier cosa antes de que Alemania gane el mundial”, me dice otro. “Gracias”, le respondo yo con el mismo cinismo.

Al cabo del rato hicieron acto de presencia en la tienda de campaña los padres de Shalit. Al contrario de lo que yo esperaba, no querían hablar con la prensa y, si lo hacían, sus declaraciones eran totalmente insulsas y suaves con respecto al gobierno contra el que supuestamente estaban protestando. Lo cierto es que cuesta juzgar a unas personas que no saben nada de su hijo desde hace 4 años (lo mismo yo me volvería majara si me pasara algo así), pero hay cosas que, cuanto menos, llaman la atención; la gente pasaba y les daba la mano en señal de solidaridad, hasta que de pronto pasó un señor fumando (con la mano izquierda), le fue a dar la mano al padre (con la mano derecha) y este dice: “no, con cigarros no”. Así que el tipo tiró el cigarro al suelo para poder darle la mano.

Poco después, volví a Belén porque a las cinco estaba invitada al bautizo del sobrino de un amigo. De vuelta en el check point del muro, me tocó esperar otra vez. Por alguna razón, en este check point hacen pasar a la gente que entra a Belén por el mismo torno que la gente que sale, -y eso que hay 8 tornos en línea que podrían ser utilizados al mismo tiempo-, así que se arma bastante desorden. Unas 10 personas y yo esperamos a que varios palestinos terminasen de salir, lo cual llevó su tiempo, porque en este último torno (si se viene de Belén), los palestinos deben enseñar su permiso para poder salir, el soldado lo comprueba, y luego tienen que poner la mano en un detector de huellas dactilares para que el soldado compruebe si están en alguna lista negra por hacer algo que a ellos no les gusta (de hecho, aquellos de mis amigos que trabajan en la agencia de turismo alternativo que os mencionaba antes están en la lista negra por el simple hecho de enseñar a los turistas el muro y los campos de refugiados). En este caso había una soldada no mayor de 20 años con cara de estar muy cabreada, perfectamente maquillada, con unas Rayban en la cabeza sujetándole las mechas rubias y una manicura perfecta con uñas tan largas que apenas podía pulsar las teclas del ordenador. Tras 15 minutos de espera, pasé al otro lado del muro.

En el aperitivo de después del bautizo no se hablaba de otra cosa entre los hombres y algunas de las mujeres: “Si España mete el primer gol, gana seguro”, decía el padre del bautizado. “La delantera de Holanda ha sido toda del Real Madrid, así que España le tiene cogida la medida”, decía el padrino. Me fui del aperitivo con el tiempo justo de pasar por casa a por la cámara y salir pitando.

Existen varios sitios curiosos donde uno puede ver los partidos del mundial. Uno es Ush Grab, a las afueras de Beit Sahour. Allí existe un restaurante con jardín y pantalla al aire libre, vigilado por una torre de la base militar que Israel instaló allí hace poco, confiscando tierras de cultivo privadas. La otra es el restaurante Bahamas, situado cerca del check point de salida a Jerusalén, y al que hace unos años le plantaron el muro justo delante de la puerta. Los dueños pensaron que algo había que hacer para no irse a la ruina, así que decidieron poner una terraza entre el muro y la entrada al local y convertirlo en un reclamo turístico, y escribieron la carta en el muro. El mundial les dio la oportunidad perfecta para dar un paso más allá: la proyección de los partidos en el muro. Durante toda la competición, el restaurante ha sido tremendamente popular, y yo decidí ver la final allí.

Quedé con tres amigos palestinos a las nueve y media (aquí es una hora más tarde) y todos aparecimos a las 9.40 (la puntualidad palestina se contagia), con el partido ya empezado. Pedí una hamburguesa en el mismo momento en que le sacaban una tarjeta amarilla a Puyol y, con todo el follón que había, me la trajeron en el minuto 88, que más vale que hubo prórroga porque si no me la habría tenido que comer de camino a casa. Bromas múltiples respecto al asunto: “Habrán ido a por la vaca a Jerusalén y se habrá quedado atascada en un torno del check point”; “No, es que no tenía permiso de residencia y está siendo interrogada”, etc…

Entre el público, varios ataviados con la camiseta de la selección española y con trompetas. Otro grupo de locales había decidido apoyar al contrincante, aunque no sabemos si lo hizo antes o después de invitar a unas chicas holandesas a sentarse en su mesa. Por lo demás, mucho jaleo, como es lo normal. Las holandesas cantando, los palestinos con las camisetas de España subiéndose a la mesa y haciendo sonar las trompetas para responder, y todos en general aplaudiendo y jaleando cada vez que el árbitro sacaba una tarjeta amarilla.

En el descanso entre el final del partido y la prórroga me encontré con varios colegas españoles cooperantes que viven en Jerusalén y que, a pesar de tener el restaurante a lo que deberían ser 10 minutos en coche de donde viven, se habían enterado de que existía por un reportaje de Al Jazeera. (Lo que decía: dos mundos incomunicados).

Finalmente Iniesta marcó el gol de la victoria y todo el mundo se volvió loco, hasta el camarero lo celebró, tirando al suelo la cena de algún pobre desafortunado que la llevaba esperando todo el partido. De vuelta a casa en coche, en cada calle se veía pasar gente con banderas, pitando como locos, e incluso cerca de mi casa había uno cortando una carretera y agitando la bandera.

Al día siguiente a la final, todo el mundo me felicitaba allá donde iba. Hasta el señor del banco, al ver mi pasaporte, me dijo: “¡Ayer en Belén había más banderas de España que de Palestina!” Y era cierto; el mundial consiguió durante un mes sacar de la rutina y dar algo en qué pensar a los palestinos de Belén. Lo dije en alguna entrada anterior, pero me repetiré: ¿Y una intifada deportiva?

2 comentarios: on "Recuerdos del Mundial... desde Palestina"

EMEKA dijo...

Vaya parrafada Erika.J,solo con la currada de escribir este texto,me parece mal hasta criticarlo,pero bueno cada uno es feliz con lo que le parece.Un saludo.

Anónimo dijo...

Estos palestino son unos fatxas. Aupa Israel!!