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Economía

sábado, 8 de mayo de 2010

Es hora de cambiar la vidriera

Por ELOY RABO
Creyente de lo suyo, y gracias

Querido párroco de quién sabe dónde (dos puntos):

Me llega un correo electrónico con esta foto de sus vidrieras. A mí, qué quiere que le diga, me importa un bledo lo que piense la gente de ustedes. Yo creo en lo que creo, supongo que exactamente igual que usted. La diferencia es que yo no hago apostolado: mis creencias son mías, y que las comparta el que quiera y las descarte aquel a quien no le gusten. Punto pelota. Pero al tema: lo mismo, con la que está cayendo, sería el momento de cambiar esa vidriera por otra. Flores del campo, qué sé yo. O motivos geométricos. Los sacerdotes van a acabar siendo como Mahoma: mejor no representarlos iconográficamente, por si acaso se puede mirar con la vista sucia.

Es verdad que es sacarle demasiada punta al asunto de "lo suyo", y que es raro ver en una imposición de manos, de lo más inocente, otra cosa. Pero la actualidad manda y, claro, no soy el único al que la imagen le chirría. Las cosas en la religión, por desgracia, se mueven por la apariencia (es lo que tiene la fe: creer sin ver te lleva a moverte por intuiciones). Y las apariencias cambian con el tiempo. Hoy, por ejemplo, lo de que Jesús se llevara bien con las prostitutas está medianamente mejor aceptado que en sus tiempos. Otra cosa sería si se preguntara por la amistad con el recaudador de impuestos: últimamente, llevan muy mala fama los que controlan los dineros. Cosas de la crisis. Así que esa vidriera, inocente en su momento, hoy no ayuda demasiado a su imagen pública.

De todas formas, antes de descartar el reemplazo por motivos económicos, mire lo de las subvenciones. Lo mismo puede pedirle algo al Plan E. O acogerse a las leyes de símbolos, ésas que quitan cosas franquistas (según cuándo hicieran su parroquia, tal vez pueda ir por ese atajo). O, directamente, asegurar que la vidriera es una ventana y que la quiere cambiar por lo del ahorro y la eficiencia energética. Hay tantas subvenciones como formas de ver a Dios, o incluso más. Yo, por sugerírselo, oiga. Ya le he empezado diciendo que a mí me da lo mismo cómo le miren en el barrio.

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