La monarquía ornamental

Por EL FILIBUSTERO

No monárquico adornándose

Monarquía ornamental, sí señor, eso dice el título y eso tenemos en España: una monarquía ornamental. ¿Y en que consiste una monarquía ornamental? Pues en tener unos reyes de adorno; vamos, que lo que sirven es para adornar actos, ceremonias, monedas, sellos… Eso es una monarquía ornamental. Tan ornamental que incluso para el casamiento del heredero al trono se buscó antes a una señorita que tuviese buen tiro de cámara que a una preciosa princesita de sangre real.

La similitud es tan parecida que hasta tenemos los mismos problemas con la familia real que con los árboles de navidad. Sí, sí: comienzas poniendo una estrella encima del pino y enseguida te pide el cuerpo colgarle unas cuantas bolas, y cuando ya tienes todo lleno de guirnaldas, viene tu madre y te dice: "¿y no has puesto las lucecitas?" Pues lo mismo pasa: hay tantos y tantos actos, y tanta, tanta gente ilusionada con la realeza, que no basta con que Juan Carlos y Sofía se tengan que separar dolorosamente para poder representar a la corona, sino que también hay faena para su hijo, las infantas, el ex marido de la infanta mayor, el marido de la infanta pequeña, la periodista, los primos del rey, sus señoras, etc.

Así que estaba yo una vez en la inauguración de un garito en Soria, cuando de repente un tipo alto y desgarbado se puso a cortar un cordón colorado. Yo como forastero le pregunté a unos lugareños: "Oye, ¿y quién es éste?", a lo que me respondieron: “Un primo tercero de Urdangarín, que estudió un par de años en La Almunia (…) – Ah- yo que le sacaba más parecido a Marichalar…"

Eso es la monarquía ornamental. Por no hablar de su papel en la decoración de los despachos de la Guardia Civil. A mí es que me ha tocado ir un par de veces a visitar a la benemérita, cosas de poca monta, pero siempre me ha llamado la atención el retrato del rey. Ahí lo tienen, detrás del escritorio, con 30 años menos y como si se tratara del cabeza de familia, sacando pecho y con esa banda de carnaval que inexplicablemente se parece tanto a la de Miss España. Todo esto en la versión estándar, porque también las hay del rey y la reina, de los monarcas con el Felipe y las infantas, con nietos, con perros, sentados, de pie, en el salón, en el jardín, de traje, de uniforme militar, en fin…, que no se pueden quejar en los cuarteles por la variedad.

Sin embargo, si uno analiza fríamente la situación, aún tiene que estar contento con la Familia Real. En un mundo marcado por la vorágine del marketing, éstos solo dan la vara en el telediario, las revistas del corazón y algún periódico romántico de tirada nacional. Porque ¿se imaginan a todas las zarinas (zarinas: dícese de las que compran en Zara) del país yendo a comprar el perfume de temporada de Leticia Ortiz? ¿O una cola de niños en El Corte Inglés esperando a comprarse el patinete oficial de Froilán? ¿O que en el tradicional discurso de navidad, en lugar del rey, saliese la reina Sofía anunciando el Ferrero Rocher? No quiero ser malo, pero solo de pensarlo me imagino a Robespierre resucitando y anunciando el recortable de la figura del rey…

En fin, que esto es lo que tiene la monarquía ornamental. Los pones en un sitio, los quitas, los llevas a otro, y así hasta que te cansas. Y no es algo nuevo, esto lo sabía hasta el mismísimo Franco (para los de la ESO: Voldemort), que cogió, quitó a uno, puso a otro, y ale hop!, el estado ya tenía decoración.