Por ELOY RABO
Mesa para dos, por favor
Es probable que después de esto se me echen encima sindicalistas y feministas, pero los “ismos”, francamente, me parece que sirven sólo para exaltar al personal. Pero mirad, tíos y tías: no entiendo de qué vais. En serio. Entre las comidas en el Bulli y las poses de modelos descocadas, los supuestos responsables y las hipotéticas encargadas de sacarnos a flote me merecen menos credibilidad que Violeta Santander diciendo que no fue maltratada.
Una cosa es que tú seas sindicalista y te vayas con tu familia, en plan cumpleaños, a comer al Bulli, a 300 euros el menú degustación. Eres sindicalista, vale, pero eres persona: y en tu tiempo libre haces lo que te sale del ciruelo. Sin embargo, si vas al Bulli con unos cuantos colegas de sindicato, la cosa cambia. Porque no quiero pensar que el futuro de los desempleados, los autónomos, los de los EREs y demás damnificados de la crisis lo deciden sus presuntos representantes sobre manteles de lino.
Cuando te pillan (lejos de callarte, lejos de avergonzarte) recibes la palmada en la espalda de un compañero durante un Congreso. “Yo también he pecado, yo también he ido al Bulli”, dicen desde la tribuna. Risotadas estentóreas, llenas de testosterona, como si fuera el vestuario de un gimnasio de machitos. Aquí no pasa nada, hombre, cada uno llena el buche como quiere y al precio que quiere. Lo que nos gastamos en esa comida de tres horas da para pagar el paro, un mes, de tres despedidos de Koxka. Pero una cosa son las bases y otra las jerarquías.
Y luego está lo de las colegas que posan para las revistas. Ministras con trapitos de último modelo, portavoces parlamentarias en salto de cama y secretarias generales con vestido de gala poniendo ojitos a la lente fotográfica. Empeñadas en demostrar no que son buenas políticas, sino que son mujeres de los pies a la cabeza. Aspirando a que no les consideren meros floreros, hablan de política en entrevistas ilustradas con imágenes que podrían ser catálogos del Corte Inglés o Zara. Presentamos enmiendas parlamentarias sobre los malos tratos, la paridad y el menosprecio a la mujer, y al salir de la Cámara (con mayúsculas) nos descalzamos para lucir empeine y seducir a la cámara (con minúsculas). Oigan: el respeto se gana también respetándose a una misma.
Que a mí, en serio, me la pela. Que se hagan las fotos que quieran, que posen como les dé la gana, que coman en amigable francachela allá donde les plazca. Pero luego, ¡no me jodan!, olvídense de que los ciudadanos de a pie nos creamos nada de lo que nos pidan. Esfuerzo, austeridad, sacrificio, arriba parias de la tierra. Y un huevo. Sin deconstruir, por supuesto.
Una cosa es que tú seas sindicalista y te vayas con tu familia, en plan cumpleaños, a comer al Bulli, a 300 euros el menú degustación. Eres sindicalista, vale, pero eres persona: y en tu tiempo libre haces lo que te sale del ciruelo. Sin embargo, si vas al Bulli con unos cuantos colegas de sindicato, la cosa cambia. Porque no quiero pensar que el futuro de los desempleados, los autónomos, los de los EREs y demás damnificados de la crisis lo deciden sus presuntos representantes sobre manteles de lino.
Cuando te pillan (lejos de callarte, lejos de avergonzarte) recibes la palmada en la espalda de un compañero durante un Congreso. “Yo también he pecado, yo también he ido al Bulli”, dicen desde la tribuna. Risotadas estentóreas, llenas de testosterona, como si fuera el vestuario de un gimnasio de machitos. Aquí no pasa nada, hombre, cada uno llena el buche como quiere y al precio que quiere. Lo que nos gastamos en esa comida de tres horas da para pagar el paro, un mes, de tres despedidos de Koxka. Pero una cosa son las bases y otra las jerarquías.
Y luego está lo de las colegas que posan para las revistas. Ministras con trapitos de último modelo, portavoces parlamentarias en salto de cama y secretarias generales con vestido de gala poniendo ojitos a la lente fotográfica. Empeñadas en demostrar no que son buenas políticas, sino que son mujeres de los pies a la cabeza. Aspirando a que no les consideren meros floreros, hablan de política en entrevistas ilustradas con imágenes que podrían ser catálogos del Corte Inglés o Zara. Presentamos enmiendas parlamentarias sobre los malos tratos, la paridad y el menosprecio a la mujer, y al salir de la Cámara (con mayúsculas) nos descalzamos para lucir empeine y seducir a la cámara (con minúsculas). Oigan: el respeto se gana también respetándose a una misma.
Que a mí, en serio, me la pela. Que se hagan las fotos que quieran, que posen como les dé la gana, que coman en amigable francachela allá donde les plazca. Pero luego, ¡no me jodan!, olvídense de que los ciudadanos de a pie nos creamos nada de lo que nos pidan. Esfuerzo, austeridad, sacrificio, arriba parias de la tierra. Y un huevo. Sin deconstruir, por supuesto.
3 comentarios: on "Muy hombres, muy mujeres, poco polític@s"
Una aclaración para cada uno de los temas del artículo (sindicalismo y la Cospedal).Por sentido común,es una sucia,sucísima mentira eso que dijeron los presidentes de la UGT-CCOO en la tele de que sus sindicatos se autofinanciaban en un 90 por cien. Por otro lado,que quede claro que el marido de la Cospedal está "enfangado" en el tema del hundimiento de Caja Castilla la Mancha,y que fue beneficiado de la viciada gestión que la arruinó.En esas sombras en las que se muestra la Cospedal,yo,más que imaginarme sus curvas,me imagino un contubernio castellanomanchego de sucios cargos del PP,del PSOE,sindicalistos,algunos empresarios sucios,ensayando mentiras,destrozando papeles delatores,compravendiendo silencios. Así que,lejos de subírseme la bilirrubina con la Cospe,me amargo hasta pensar en la rebelión fiscal.
Señor Eloy, como siempre, me vuelve a dejar maravillado su pluma.
Eloy Rabo es una de esas personas que cuando escriben, describen todo con acierto y forma admirables. Es muy interesante y un placer leerle.
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