Miguel Sanz, el Exterminador

Por SYLDAVO DE SYLDAVIA

Ángel exterminador y ocasional txistorrero

El por ahora último episodio de la política navarra, la expulsión del CDN del Gobierno de Navarra, pone de manifiesto las grandes virtudes de Miguel Sanz como político. Por debajo de esa apariencia rocera y campechana, de ese gracejo ribero que lo mismo ataca una jota que atribuye a Demóstenes la espada de Damocles, se halla una mentalidad fría y depredadora, un auténtico instinto asesino que le ha permitido ir escalando peldaños en la escalera del poder pasando por encima de los cadáveres de sus adversarios. Una personalidad demoledora que le ha permitido dar puñaladas traperas cada vez que ha hecho falta sin perder la sonrisa.

Recordemos que Sanz dio sus primeros pasos en política como alcalde de Corella y como parlamentario foral por UPN (no tuvo reparo en abandonar a la UGT en cuyas listas había figurado en cuanto vio horizontes más despejados en otro sitio). Enseguida se convirtió en el número dos del sector llamado “renovador” liderado por Juan Cruz Alli, que en cuanto pudieron dejaron fuera de juego al patriarca fundador del partido, Jesús Aizpún. Contra la opinión de Aizpún y con su voto en contra pactaron una peculiar fusión con el PP de Del Burgo y compañía que les aseguró el asalto del Gobierno de Navarra, donde Sanz se convirtió en vicepresidente.

Instalado en el poder, Sanz pasó seguidamente de ser la mano derecha de Alli a ser la mano que le apuñalaba por la espalda. Alli tuvo que irse al CDN con alguno de los fundadores de UPN, y Miguel Sanz se convirtió en presidente de UPN y, tras una breve travesía por el desierto (el año del Tripartito), en presidente del Gobierno de Navarra.

La época de Sanz como líder de UPN ha supuesto un profundo cambio en el partido. De ser una organización con el poder repartido entre varias familias que guardaban cierto equilibrio en la composición tanto de los órganos internos como en el ejecutivo foral, con un líder meramente simbólico mientras lo fue Aizpún, ha pasado a ser un partido centralizado, disciplinado y donde solamente manda uno, hasta el punto de que puede imponer hasta a su sucesora a dedo (aunque le hace callar en público para que se vea quién sigue mandando). Para ello Sanz ha ido teniendo que eliminar a toda la vieja guardia de UPN; después de Alli, y desaparecido por causas naturales Aizpún, barrió a Rafael Gurrea desterrándolo a la presidencia del Parlamento (todavía se recuerdan los gritos e insultos de ambos que se oyeron por toda la planta noble del Palacio de Navarra cuando se consumó la ruptura). Asentado su liderazgo hizo una ejecutiva a su medida prescindiendo de las familias tradicionales de UPN, sentando a sus amigos y protegidos; una ejecutiva que siempre decide por unanimidad, claro está.

Cuando le sobraron sus antiguos aliados del PP (ya estaban todos fuera del poder, entretenidos en carguillos simbólicos: Del Burgo, Ayesa, De León, López Borderías, etc.) en su proyecto de, mediante pacto con el PSN, garantizar la estabilidad de Navarra durante 50 años (o sea, el poder para UPN durante medio siglo), no tuvo reparos en deshacerse de ellos y, además, acusándoles de que rompían el pacto. En unos meses pasó de manifestarse del brazo de Rajoy contra el filoterrorista Zapatero, a romper con Rajoy por desleal y ser aliado de Zapatero por “el interés general”.

La jugada le salió tan bien (el personal piensa mayoritariamente que Cristina Sanz es una tránsfuga y, en cambio, que María Caballero es un ejemplo de coherencia) que la ha repetido un año después. Se deshace del CDN por un quítame esas pajas sin el menor pestañeo, acusándoles a ellos de ser los desleales, y seguro que además disfrutando internamente del placer de que es la segunda vez que le asesta una puñalada a Alli por sorpresa.

Qué gran estadista; lástima que haya tenido que reducir su ambición a Navarra. Qué lejos hubiera podido llegar este discípulo de Maquiavelo, esta reencarnación de Tayllerand, en la política mundial. (Yo que Roberto Jiménez o Yolanda Barcina no le daría nunca la espalda. Por si acaso).