Al naranjito, pedidle un heladito

Por ELOY RABO

Tocando las bowlings

Así como de repente, emerjo del semicoma etílico permanente que me posee desde el día 6 (¿anteayer?, joder, la de cosas que he hecho desde entonces) para seguir en mi línea. Como ya me vais conociendo, ya sabéis que por ser tocapelotas, que no quede, y que tengo una cruzada personal. Cada cual tiene la suya: unos, el ligue de la australiana; Barcina, la donostización de los Sanfermines; y yo opto por atacar la esponsorización de las fiestas a cargo de la marca Pamplona 2016.

Me he encontrado con que los naranjitos (ito, ito, ito, que bote el naranjito) tienen este año atrezzo nuevo. Lo veis en la foto de arriba. A las sillas de plástico tipo jardín con que contaban en anteriores fiestas, le sumamos en 2009 una bonita caseta de plástico patrocinada por la capitalidad (in)cultural. La caseta es clónica (al menos podían haberse gastado pasta en hacerla distinta) a las de los helados. Sólo le falta el cartel con los precios y la Pataky o maciza de turno luciendo bikini y chupando un cucurucho, en una imagen que, si Freud la pillara, nos hablaría de la "fase oral".

Así pues, por echarnos unas risas, sin más pretensiones que descojonarnos un rato, hacer la gracia con los colegas y hacernos unas fotos con las naranjitas más majas y guapas (o los naranjitos más majos y guapos, cada cual lo que más guste), os propongo un juego. Cuando veais una de estas casetas, os acercáis, muy serios, disimulando el ciego, y pedís "un calypo de naranja". O eso u os hacéis pasar por extranjeros y pedís que os ayuden a encontrar el coche que habéis aparcado (llevadlo apuntado en un papelico, que lo hace más creíble) "en calle Kalea, cruce con avenida Etorbidea".