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Juan José Domínguez

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Economía

jueves, 21 de mayo de 2009

Un par de días en "Absurdistán"

Artículo y fotografías de E. J.
Corresponsal txistorrera en Palestina


Imagina que vives en una casita de la Txantrea (bueno, igual no te hace falta imaginártelo.) Naciste allí y antes que tú ocupó la casa tu padre desde que se casó. Un buen día vienen y construyen Orvina y -vamos a echarle más imaginación- los que se instalan son franceses. De pronto recibes una carta del ayuntamiento preguntándote por qué no pagas el alquiler de tu casa a los franceses, ya que es su territorio. Tú, tras recuperarte del asombro, te niegas a pagarles, así que al cabo de un mes aparece en tu buzón otra carta con una orden de expulsión. Tienes 60 días para largarte antes de que se presenten en tu casa 150 nacionales armados hasta los dientes y te echen a patadas. Con un poco de suerte, hasta ves cómo reducen tu casa a escombros mientras te alejas con tu familia y con las pocas pertenencias que hayas podido salvar. ¡Ah! Y por cierto: si quieres tener esos 60 días de margen, el lujo te va a costar 50.000 dólares, por toda la pasta que no les has pagado a los franceses en concepto de alquiler.

Surrealista ¿verdad? Pues si damos un salto en el mapa y nos plantamos en Jerusalén Este (teóricamente territorio palestino), tropezaremos con un señor llamado Maher Hannun que se encuentra exactamente en esta situación. Su padre compró esa casa cuando todavía Cisjordania era Jordania, en el 56, en el barrio de Sheij Jarrah. Antes vivía en un pueblecito al lado de Haifa, pero en la guerra del 48 los israelíes arrasaron su poblado y tuvo que huir, convirtiéndose en refugiado. A pesar de los pesares, tuvo suerte: encontró un buen trabajo y una guapa esposa y por fin pudo salir del campo de refugiados y comprarse una casa digna. En ese mismo hogar nacieron sus tres hijos. Uno de ellos, Maher, se quedó a vivir en esa casa. Los otros dos se construyeron sendas viviendas a ambos lados de la suya.

En el 67 Israel ocupó toda Cisjordania y los colonos se empezaron a instalar ilegalmente por todas partes. Unas décadas más tarde, la expansión de asentamientos alcanzó la vecindad de Maher y de pronto, un día, la amable cartita apareció en el buzón: los colonos reclamaban ese terreno como suyo. Como Maher se resistía a obedecer, los colonos llevaron el asunto a los tribunales presentando un montón de documentación que, por fuerza, tiene que ser falsa; este pasado domingo, el juicio se saldó a favor de los colonos, y Maher tiene hasta el 19 de julio para coger a su mujer y sus tres hijos y abandonar su casa. Desde hace varios días, un puñado de voluntarios de diversas ONG se han mudado a su casa para tratar de defenderlo en caso de que el ejército israelí se presente allí para echarle. Parece que los niños se sienten más protegidos: desde que los internacionales están allí, ya no se despiertan chillando por las noches por culpa de las pesadillas.

A pesar de las circunstancias, Maher no pierde la sonrisa: ofrece café turco a todo el que aparece por su casa y hasta le quedan fuerzas para hacer bromas: “Y yo que me quejaba del precio de las facturas de la luz…”

No es la primera vez que va a juicio por el mismo asunto. La primera vez que se sentó en el banquillo de los acusados, le ofrecieron un millón de dólares por irse de su casa: “Ellos lo convierten todo en una cuestión de negocios, y se piensan que mi casa es sólo un puñado de piedras unas encima de otras. Mi padre construyó esta casa, yo he nacido aquí y mis hijos también. Es mi hogar, es el lugar desde el que voy todos los días a trabajar y es mi orgullo como palestino quedarme en la que es legalmente mi casa. Ya echaron a mi familia una vez de su casa y no lo van a hacer una segunda vez. De aquí no me pienso mover”, afirma convencido. Después de la suya, otras 28 casas correrán la misma suerte, puesto que ahora ya se sabe que lo que quieren los colonos es limpiar la zona para construir un nuevo y moderno asentamiento.

Podría parecer que, al no escuchar nada de esto en los medios, los colonos actúan de manera discreta. Pero cuando uno está aquí, se da cuenta de que hace falta proponérselo con ganas para no enterarse de todo lo que hacen. El mismo domingo en que Maher tuvo el juicio, los colonos de los alrededores de Hebrón anunciaron a bombo y platillo que habían conseguido un permiso para “hacer un tour” por Hebrón al día siguiente.

((PEQUEÑA RECAPITULACIÓN: Hebrón es un pueblo donde viven 140.000 palestinos dominados por 400 colonos, que a su vez están protegidos por 4.000 soldados del ejército israelí. Se divide en dos zonas: la totalmente árabe (H1), donde los israelíes no tienen derecho a entrar, y la que comparten israelíes y palestinos (H2). En esta última, cada nacionalidad anda por diferentes calles y tiene diferentes casas: En la parte vieja, los pisos bajos son palestinos y los de encima son de los colonos. En los últimos tiempos los palestinos han tenido que poner una verja de alambre en la calle, a la altura del suelo del primer piso para evitar que las piedras, basuras y demás cosas que los colonos tiran a la calle no les caigan sobre la cabeza. Y no son descuidos: una lavadora vieja no se te cae por la ventana por accidente. )))

Pues bien, los colonos consiguieron un permiso para hacer un tour por la zona H1 y por las calles árabes de la zona H2 (las de las verjas de alambre) todos ellos al mando de Baruh Marcel, líder del partido ultraderechista Unión Nacional y colono de Hebrón. Este es el mismo individuo que se presentó en un colegio electoral en un poblado árabe-israelí durante las elecciones porque no se fiaba de que los árabes votasen limpio, y el mismo que durante la visita del Papa, la semana pasada, acudió a un tribunal judío para acusar al Papa de ladrón y pedir que no se le dejase salir del país hasta que devolviese el candelabro de 7 brazos que los romanos se llevaron del templo hace 2.000 años. Cuesta creer que aparezca tan pocas veces en los medios.

En cuanto los palestinos hebronitas se enteraron de los planes de los colonos, se armó un buen revuelo. No era suficiente con la humillación del día a día, sino que encima ahora los colonos ilegales pretendían hacer un tour turístico por su trozo de ciudad. Prepararon una manifestación a la entrada de la ciudad antigua y llamaron a observadores internacionales, prensa, voluntarios de ONG, etc…

Antes de entrar, los colonos recibieron las noticias de lo que sucedía en el interior y se achantaron. Sólo se atrevieron a hacer un tour por los alrededores acompañados de sus soldados. Me queda la duda de saber qué habría pasado si llegan a entrar. Seguramente al día siguiente habríamos leído en la prensa algo así como: “Un grupo de israelíes es atacado cuando paseaba por las calles de Hebrón” o cosa por el estilo.

Pero a todo esto, hemos dicho antes que el Papa estuvo por aquí la semana pasada, ¿no? Sí, así es, vino a hacer un “peregrinaje por la paz” acompañado de peregrinos venidos de todas partes del mundo, supongo que para ayudarle en eso de conseguir la paz. Yo conocí a un grupo de ellos en la misa que el Papa dio en Belén. Eran un conjunto de mujeres canadienses y yo tenía a un par de ellas sentadas a mi izquierda. Una de ellas escribía en su diario: “Hoy nos levantamos pronto para salir de Jerusalén hacia el oeste.” Yo me quedé pensativa. Quizá no presté mucha atención en el colegio, pero yo siempre había pensado que el oeste es “la izquierda”. Se ve que la mujer había escuchado algo de que irían hacia “the west bank” (en inglés Cisjordania se llama así porque queda al oeste de Jordania, no al oeste de Israel) y dedujo que Belén estaba “a la izquierda.”

Al rato un señor apareció y comenzó a repartir gorras con la bandera palestina. Me hizo gracia y cogí una. Una de las mujeres lo vio y me preguntó de dónde era yo. Le dije que española. Seguidamente, y señalando a la gorra, me pregunto, con un par: “¿Por qué cogiste la gorra? ¿Es esa la bandera de España?” No me caí de culo porque ya estaba sentada, así que le contesté: “No, es la bandera de Palestina, el sitio donde estás ahora.” La mujer me miró extrañadísima y cogió una gorra tímidamente. Claro, si se pensaba, como su compañera, que esa mañana había ido hacia el oeste, seguramente dedujo que todavía estaba en Israel.

Una vez que Su Santidad se fue, me puse a charlar con mis amigos de Belén. Les pregunté si creían que la visita del Papa aportaría grandes cambios a la situación de los palestinos. “Bueno”, decía uno con su habitual humor ácido: “nos asfaltaron una carretera para que el Papa pudiese entrar en Belén, ¡y el alcalde dice que nos la podemos quedar!”

6 comentarios: on "Un par de días en "Absurdistán""

Anónimo dijo...

Ya se sabe, donde no hay petróleo...

Anónimo dijo...

Muy buen reportaje. Enhorabuena.

lector dijo...

Buen reportaje.

Mai dijo...

Triste pero cierto... ¿Cambiará algún día?

Basilio Lakort dijo...

Brillante Erika, como siempre

Anónimo dijo...

Genial relato. Zorionak!