Que alguien quite los carteles, por Dios

Tres semanas después de las elecciones, algunos carteles electorales continúan colocados. Y no es lo mismo ver el cartel de un ganador que el cartel de alguien que no ha salido beneficiado por las urnas. Sobre eso reflexiona Eloy Rabo, que parece que tiene antenas en todas partes y se permite incluso contar lo que escucha en los bares y restaurantes de Pamplona. Con la oreja puesta, uno puede incluso enterarse de la composición del futuro Gobierno.

Por ELOY RABO

Cartelista y antenista

¿A qué esperan para quitar los carteles electorales? ¿A que se cuarteen? ¿A que se pudran y acaben por desintegrarse? Tengo dudas de que sea posible: hay caretos que no son biodegradables. Porque la piedra no lo es.

Marx tenía razón. Hay clases; hasta en los carteles pasados y no arrancados. No es lo mismo ver un cartel de Enrique Maya, alcaldado (o sea, aupado a alcalde) por la abstención del PSN, que ver un cartel de Roberto Jiménez, que sigue negociando qué hay de lo suyo, hostión electoral mediante. No es lo mismo ver a Maya - semidescamisado y con aspecto del tío rico del pueblo que nos da la paga cuando viene a la capital - sabiendo que ha ganado, que ver a Jiménez - encorbatado y trajeado, pero con el rictus incómodo del adolescente que celebra el fin de la selectividad con una gala en Sector - sabiendo que ha perdido. Hay clases, y clases. Que alguien quite los carteles, por Dios.

Esto ocurre en Pamplona, donde un día, comiendo, te toca al lado de dos cargos de UPN y te enteras hasta de las negociaciones para formar gobierno. Me paso el viernes, en un céntrico restaurante. Chico y chica discuten; chico dice que a los socialistas hay que darles dos consejeros, chica dice que los socialistas piden tres porque... Camarero llega y me pregunta qué voy a beber. Le hago la comanda mientras me cisco en sus muertos porque me he perdido el motivo de que UPN vaya a darle tres consejerías al PSN. Mientras mentalmente deduzco que los socialistas han renunciado a la Presidencia del Parlamento, me reincorporo de incógnito a la conversación. Chica insiste: tres, tres. Chico dice que ni Educación, "ni por el forro", ni Bienestar Social, "que los viejos también nos votan". Chica dice: "Industria, Cultura, Salud". Me traen el vino y el primer plato. De verdad: antes de enterarme de más cosas relacionadas con el compadreo político antinatura, prefiero centrarme en la comida.

Pero vaya, que ahí queda. Ya se sabe que, en Pamplona, si no quieres que se enteren de algo, mejor no lo hagas, mejor no lo digas. Industria, Cultura, Salud. Si quieren, hacemos quinielas. La mía me dice que Elena Torres es enfermera, y que si la Presidencia del Parlamento no es socialista, algo tendrá que hacer. También me dice que Román Felones es un tipo cultureta a más no poder. Y que en Industria y Empleo, nadie mejor que un sindicalista como Miguel Ángel Ancízar. Pero no es más que una quiniela. Que también me dice, por cierto, que la línea entre la experiencia y la decrepitud es delgada, muy delgada.