La fea no era fea, sino desprovista de hermosura

Nuestro colaborador del parche en el ojo y la pata de palo, con cara de malo, se dedica hoy a reflexionar sobre la llamada "Ley de Igualdad de trato y no discriminación". Una ley de la que lo que más ha trascendido es que se podría prohibir llamar "feo" a alguien. La cosa sería multada con un porrón de euros. Vale que haya que recaudar mucho para sacarnos de la puta crisis, pero también podían dedicarse a problemas de verdad. ¿O no?

Por EL FILIBUSTERO

Que no es feo, sino difícil de mirar

Dicen las malas lenguas que Leire Pajín ha insinuado que quizás se pudiera sacar una ley para prohibir llamarle a una persona fea, o feo, según se trate. Visto el nivel de paroxismo de este gobierno ante cualquier idea peregrina, no nos extrañaría que tan ingeniosa audacia no caiga en saco roto, aunque seguramente a algún lumbrera del congreso se le ocurra que antes de tamaña prohibición, puedan regular el tema de los motes y los apodos.

Porque quieran o no, feo es una descripción de algo o alguien desprovisto de belleza y hermosura, o de algo o alguien que causa desagrado o aversión. Quizás la propuesta vaya por ahí: se imaginan que en lugar de poder decir “pero qué feo es el jodío” tengamos que decir “fulanito está desprovisto de hermosura”… en fin… que se le ocurra a la barbie alcaldesa de la ciudad de playmobil… pase, pero a una ministra del gobierno, no tiene perdón de Dios.

Pero como decía, si esto sigue adelante, los que corren peligro son los apodos, y entonces… ¿qué harán en la Ribera? Dicen que hay gente de la cual no se sabe su verdadero nombre desde que nació, puesto que una vez que le pusieron el apodo, heredado o de nueva creación, con él se quedó.

Los apodos son diversos y plurales, y uno puede tener más de uno. Surgen de la creatividad, del ingenio y en ocasiones, por qué no decirlo, de la mala baba de algún iluminado. ¿Cómo sería este mundo sin los apodos de los profesores? Seguramente más aburrido. El rompetechos, el zapatones, la martirio, el máquina, la morsa, el cobra, el chaca-chaca, el espinete, el don pimpón, el chucky, la pelos, el cabezón, gargamel, etc…Son solo ejemplos para demostrar que no por ser pequeño se es menos espabilado… También los hay en política, como es el caso de “cañita brava” o “piolín”, en el deporte “tiburón”, en la música “el rey”, profesionales como “undertaker” o “el chispas”, descriptivos al estilo de “calvo” o “la txistorra humana”, etc… claro que si te gustan, sientan muy bien y si no, tienes que aguantarte, porque aquí sí que eres tú el único que no tiene opción a elegir cómo te llaman.

¿Y qué harían sin ellos los delincuentes y los terroristas? El vaquilla, el lute, el bigotes, el solitario, el chacal, el chino, pakito, pastor, etc… La cosa llega tan lejos que hasta existen aplicaciones en internet en las cuales si usted tiene vocación de terrorista islámico puede generarse automáticamente su mote: prueben, prueben. Si elegimos un nombre común al azar, por ejemplo javier y un apellido común, como por ejemplo garcía, nos sale que su apodo como fiel a la sangrienta yihad sería: Usama Su'kocken.

En fin, que apodos hay para todos los gustos y de todos los colores y que, quitados los casos en que son empleados dentro del contexto del mobbing escolar, lo único malo que pueden hacer es sentar mal, y acabando estas líneas me surgen unas preguntas… ¿qué apodo tendrá la ministra?... y, ¿prohibirán también los apellidos poco acertados?