Diario de una pija parada: "¿Es la orientadora?"

Estrenamos hoy una nueva sección. Mónica, una chica bien, con carrera, con ex marido y con hijos, se ha quedado en paro. Y quiere compartir con nosotros sus vivencias. Ella no tiene problemas en sentarse en la oficina del paro, no se le caen los anillos... pero parece que a sus compañeros de sala de espera les choca un poco su presencia. Y, si no se lo creen, lean y juzguen... Son nuestros diarios de una pija parada.

Por MÓNICA RUIZ DE MENDIBURU

Parada, pero con clase

“Hola, me llamo Mónica y soy parada”. “Hola, Mónica, bienvenida”, contestan cuatro millones de vocecitas. De hecho, no sé si soy o estoy parada, lo que sí sé es que no lo parezco. En mi oficina de empleo, y digo mía porque ya va la segunda vez en un año que hago allí mis vivacs para apuntarme al paro, me lo dejaron claro y diáfano el otro día. Una señora andina o así me preguntó si yo era la orientadora para buscar empleo. “Qué va, yo también estoy esperando a que me atiendan. Tengo el número 94C”. La mujer me hizo un escáner completo y le susurró, a grito limpio, a su acompañante: “Y ésta, ¿para qué querrá trabajar?”.

Vamos a ver, señores: que parados hay muchos y los habemos de todos los colores. El hecho de resultar un tanto pija a la vista – antes muerta que sinsilla- es un hándicap de mil pares. Hagámonos cargo de que estamos asistiendo al nacimiento de una nueva clase social: el pijo sin recursos. Pijo en el sentido menos peyorativo de la palabra, si es que lo tiene. Los que hemos tenido una infancia holgada, de colegio privado, y unas posibilidades que nos han permitido formarnos como profesionales. Que nos hemos criado entre “la ele” y “las piscinas de arriba” de un club cuyo nombre omitiré. Que estudiamos una carrera en la Universitas Studiorum Navarrensis. Que trabajamos como condenados 10 y 12 horas diarias para mantener una empresa. Y que a los taytantos nos hemos quedado con una mano delante y otra detrás. Con la de horas que metí yo entre el Faustino y el bar de arquitectura, allá junto al Río al Revés, para sacarme la carrera…

Dan por supuesto muchos que desayunas galletas de Armani y que la chacha con cofia te trae el diario a la cama con las ofertas de trabajo adecuadas subrayadas en fosforito. O que buscas alguna cosita de media jornada en plan mono para pasar el rato hasta que tu marido, forrao a pasta, sale de fustigar a sus esclavos y te lleva a cenar a un restaurante de esos de ración mini/precio maxi. Y encima te miran como diciendo “ésta se quedará con el curro bueno y a mí me dirán de fregar escaleras”. Pues, señores míos, como requisito “imprescindible buena presencia”, que si algo tengo es que voy limpia y arreglá, sólo lo encuentro en los anuncios en los que piden maduras liberales para trabajar en chalet exclusivo. Ya quisiera yo lo de las escaleras, pero es que me dicen que no doy el perfil. Ni para lo del chalet (menos mal). Ni para casi nada.

Por cierto, señora andina o así, sepa usted que se me ha acabado la prestación y no me dan la ayuda social por ciertos tecnicismos en mi convenio de divorcio. Y he oído que a usted sí se la conceden, de lo cual me alegro en el alma. Si eso, le mando a las horas de comer a mi par de adolescentes hambrientos a ver si los sacia. Por cierto, a la niña es más barato ponerle un piso que invitarla a cenar porque devora por cinco, a pesar de que abulta lo que un alambre. El niño come lo que parece que se va a comer, o sea mucho. Para eso quiero trabajar, señora mía, para alimentar a mis fieras y para poder vivir con dignidad.

Me voy a comprar un chándal de terciopelo. A ver si así mejoro mi perfil. Porque de perfiles hablaré, que da para mucho. De eso y de los requisitos previos que requieren para poder optar a una oferta de ETT. Lo que me dijo la orientadora laboral fue de apaga y vámonos.