Ayer contábamos cómo Lara Ubago conoció la existencia de su bisabuela Rosa Oteiza, la que fuera modelo para la matrona del Monumento a los Fueros, y de una rama "oficial" o legítima de descendientes de su bisabuelo, el escultor José María Martínez de Ubago. Pues bien: tras ser consciente, al menos en parte, de la historia que subyacía en lo que en su familia se comentaba, Lara siguió investigando, preguntando y conociendo más datos. Algunos, casi los menos, los aportaba la Historia oficial. El resto pertenecen a una intrahistoria muy poco conocida.
Redescubriendo personajes históricos
Rosa Oteiza, según los artículos recapitulados en 2001 por el periodista Fernando Pérez Ollo (que al parecer fue vecino de Rosa Oteiza durante muchos años), habría nacido en 1883. Según los datos de que dispone su bisnieta Lara, Rosa sería la hija de la portera de un colegio de Pamplona, la mayor de bastantes hermanos de una familia muy humilde que vivía en la portería del colegio. La belleza de Rosa cautivó a José María Martínez de Ubago, arquitecto y escultor, de una clase social superior a la de Rosa: algo que, en aquellos años de finales del XIX impedía un posible matrimonio. Cuentan incluso, para acabar de liar la madeja, que por su amor pelearon José María y su hermano Manuel, coautor del Monumento a los Fueros.
Antes de cumplir 20 años, Rosa había sido ya madre dos veces de hijos engendrados por José María Martínez de Ubago. El primero recibió no sólo el apellido, sino también el nombre de su padre. El segundo de los hijos de Rosa y José María fue Julio, el abuelo de Lara, nacido en 1903. Posteriormente, como hermano de los anteriores se crió Luis Martínez de Ubago, de quien Lara ha recibido la versión de que era hijo de otra madre, pero del mismo padre. A Luis se le acabó el amparo paterno más joven que a sus hermanos y no pudo ir demasiado a la escuela, por lo que acabó siendo carpintero.
Los tres, como corresponde a la época, y al haber sido reconocidos por su padre, recibieron de éste los dos apellidos. José María, Julio y Luis se apellidaban Martínez de Ubago Lizarraga, por lo que el apellido de Rosa Oteiza se perdió por completo. De ahí que Lara, hasta mucho tiempo después, ni siquiera supiera el nombre de su bisabuela.
Rosa detiene una boda
Allá por 1908, aproximadamente, Rosa reaparece en la vida de José María Martínez de Ubago. En esa fecha, tanto él como su hermano Manuel (creador también del Monumento a los Fueros) trabajaban en Zaragoza, donde entre otras cosas crearon el precioso quiosco modernista de música. Según ha podido averiguar Lara, la reaparición de Rosa Oteiza fue sonada. “Parece ser que José María se iba a casar dentro de su clase social y Rosa Oteiza lo impidió, presentándose en la boda con los hijos de ambos. Sería un tremendo escándalo en la época”.
Allá por 1908, aproximadamente, Rosa reaparece en la vida de José María Martínez de Ubago. En esa fecha, tanto él como su hermano Manuel (creador también del Monumento a los Fueros) trabajaban en Zaragoza, donde entre otras cosas crearon el precioso quiosco modernista de música. Según ha podido averiguar Lara, la reaparición de Rosa Oteiza fue sonada. “Parece ser que José María se iba a casar dentro de su clase social y Rosa Oteiza lo impidió, presentándose en la boda con los hijos de ambos. Sería un tremendo escándalo en la época”.
Tal vez a consecuencia de ese escándalo, José María Martínez de Ubago cambia su residencia y se marcha a San Sebastián. Los hermanos Julio, José María y Luis, también crecieron allá, en una pensión que probablemente pagaría el propio escultor. Pese a ello, no acudió a sus bodas ni conoció a los nietos que le dieron. Es más: como apunta Lara, “si alguien, por equivocación, llamaba a casa de los Martínez de Ubago oficiales de San Sebastián preguntando por alguno de los nuestros, la respuesta era que no hay más Martínez de Ubago en San Sebastián que ellos”. Es la parte de la familia que desciende de un matrimonio del escultor, ya maduro, con su secretaria, también casi adolescente. Le dio 5 hijos, entre ellos, la madre del compañero de clase de Lara.
Mientras, los hijos de Rosa y Jose María fueron creciendo en la Donostia en la que Martínez de Ubago fue arquitecto, político del Partido Radical de Lerroux e incluso alcalde. “Mi abuelo dibujaba muy bien, y ya adulto trabajó para su padre como delineante”, cuenta Lara. Así, trabajando de día para su padre y estudiando de noche, Julio consiguió el título de aparejador. No supieron nada de aquella madre a la que, probablemente, habrían visto por última vez en 1908, en el escándalo de la boda, cuando Julio tenía apenas 5 años. Aquella madre, para los tres hermanos, “había muerto joven”... pese a que Rosa, como veremos, seguía viva.
Continuará...
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