La historia de Rosa Oteiza, la joven pamplonesa que sirvió de modelo para la matrona que culmina el Monumento a los Fueros, es desconocida para la mayoría de los navarros, pese a ser el símbolo más característico de toda la Comunidad. Gracias a la ayuda de una de sus bisnietas, podemos recomponer buena parte de la vida de Rosa que ya apuntábamos hace unos meses en un post de este blog.
En sucesivos posts, iremos contando la historia de Rosa Estefanía Oteiza Armona, a la que comenzamos a descubrir para muchos de nuestros lectores con un artículo hace algo más de un año. Fue precisamente una de las respuestas a ese artículo la que nos puso tras la pista de una buena parte de la historia de esta "madre coraje" de comienzos del siglo XX, y que es hoy el mayor de los símbolos de navarra. Alguien que firmaba como Lara Ubago nos replicaba en ese post a algunos datos inexactos, como el hecho de que el escultor José Martínez de Ubago no estaba casado mientras mantenía amores con Rosa Oteiza. Aclaraba que ella, una joven humilde, no era de la misma clase social que él, por lo que ni siquiera se contempló la posibilidad del matrimonio con la mujer con la que tuvo varios hijos a los que incluso les dio el apellido. Uno de aquellos hijos, Julio Martínez de Ubago, que luego sería aparejador y constructor (muchos edificios de Gros y Amara, en Donostia, llevan su firma), era el abuelo de esa Lara que nos respondía al artículo.
Lara Ubago es el nombre profesional de María Jesús Fernández Martínez de Ubago, nacida en 1963, nieta por parte de madre de Julio Martínez de Ubago, hijo del escultor y la joven que le sirvió de modelo. Julio siempre le dijo a Lara, con mirada triste, que se parecía muchísimo a su madre; un dato que es difícilmente comprobable porque no se conservan fotografías de Rosa Oteiza. Al ponernos en contacto con Lara, pudimos recomponer en buena medida la trayectoria vital de Rosa Oteiza, aunque hay algunas lagunas en el relato fruto de que sus propios hijos la dieron por muerta muchos años antes de que falleciera, en los años 70 en Pamplona.
Conociendo sus orígenes...
Cuenta Lara que, salvo los comentarios de su abuelo, Julio, de que se parecía mucho a su madre (“que murió joven”, decía él), no tenía ningún conocimiento de la historia de su bisabuela. Sin embargo, en el colegio Francés de San Sebastián en el que estudió, compartía clase con otro niño apellidado Martínez de Ubago, también de segundo. “Era este niño el objeto de todos mis desvelos infantiles”, recuerda Lara. “Me picaba la curiosidad, lo del apellido… ¿seríamos primos?”. Una de sus profesoras, un día, les preguntó si sabían por qué se apellidaban igual. Los dos niños fueron a casa y volvieron con dos versiones diferentes y escasas de la historia. “A él le habían contado que éramos descendientes de unos hijos bastardos de su abuelo. A mí, que éramos fruto de los hijos de un primer matrimonio de mi bisabuelo…. casorio más o menos. Al final, nos salió la cuenta de que yo era su sobrina y él mi tío”.
Lara Ubago es el nombre profesional de María Jesús Fernández Martínez de Ubago, nacida en 1963, nieta por parte de madre de Julio Martínez de Ubago, hijo del escultor y la joven que le sirvió de modelo. Julio siempre le dijo a Lara, con mirada triste, que se parecía muchísimo a su madre; un dato que es difícilmente comprobable porque no se conservan fotografías de Rosa Oteiza. Al ponernos en contacto con Lara, pudimos recomponer en buena medida la trayectoria vital de Rosa Oteiza, aunque hay algunas lagunas en el relato fruto de que sus propios hijos la dieron por muerta muchos años antes de que falleciera, en los años 70 en Pamplona.
Conociendo sus orígenes...
Cuenta Lara que, salvo los comentarios de su abuelo, Julio, de que se parecía mucho a su madre (“que murió joven”, decía él), no tenía ningún conocimiento de la historia de su bisabuela. Sin embargo, en el colegio Francés de San Sebastián en el que estudió, compartía clase con otro niño apellidado Martínez de Ubago, también de segundo. “Era este niño el objeto de todos mis desvelos infantiles”, recuerda Lara. “Me picaba la curiosidad, lo del apellido… ¿seríamos primos?”. Una de sus profesoras, un día, les preguntó si sabían por qué se apellidaban igual. Los dos niños fueron a casa y volvieron con dos versiones diferentes y escasas de la historia. “A él le habían contado que éramos descendientes de unos hijos bastardos de su abuelo. A mí, que éramos fruto de los hijos de un primer matrimonio de mi bisabuelo…. casorio más o menos. Al final, nos salió la cuenta de que yo era su sobrina y él mi tío”.
En posteriores consultas a su madre, Lara fue enterándose de que su abuelo no había querido nunca hablar de su infancia ni de su madre. “Había un gran tabú, probablemente también un gran dolor”, apunta Lara. Sin embargo, poco a poco fue sabiendo que era de la rama “siniestra” de los Martínez de Ubago, hijos de José María, reconocidos por él, a quién dio sus apellidos... y poco más.
Sin embargo, y con mucha paciencia, ha podido ir recomponiendo la historia de su bisabuela, Rosa Oteiza, dándole coherencia pese a los momentos de su vida en los que desaparece del mapa incluso para sus propios hijos. Un relato que comienza con una Rosa joven que tiene amores con el escultor José María Martínez de Ubago.
Continuará...
1 comentarios: on "La verdadera historia de la matrona de los Fueros (I)"
Muy interesante, seguiremos atentos la serie, mi más sincera enhorabuena a la Txistorra digital.
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