Tragedia nacional

Pedimos prestado el artículo que Jurdan Arretxe dedicaba esta semana a Leire Pajín, que se demostró como una amplia conocedora de la historia de su país. Pregúntanle de conjunciones interplanetarias, pero no de los romanos, los visigodos, los Reyes Católicos, la I República, la Guerra Civil (y miren que de esto habla) o de cosas de los 90. La Historia, con mayúscula, empieza cuando ella nació. Porque ella es así. Histórica e interplanetaria.

Por JURDAN ARRETXE

Irunés sin solomillos

Cuando parecía que estábamos sumidos en la inmunda depresión del mal ostracismo y lo que es peor, sin visos de remontar, apareció ella: "Desconozco el caso GAL porque ocurrió cuando era pequeñita". Se quedó tan ancha que, sin moverse, llegó de Villaviciosa de Odón (Elorza no, algún otro) hasta Mejorada del Campo. Esta hija de la Logse, el Bup, el R2D2 o la Estación Espacial Internacional -por culpa de los cambios en Educación provocados por gente como ella desde Villar Palasí no sabemos quiénes son nuestros padres-, decía que esta hija de lo que sea la ha vuelto a liar cuando nos dirigíamos a un tranquilo final de septiembre en crisis, aunque hubiera medios empeñados, desde programas que se llaman Sálvame y Sálvame Deluxe -jodó, petaca-, en lanzar la carrera política (oficial) del fenómeno-sociológico-de-la-princesa-del-pueblo (ríete, Peñafiel, de Letizia) o aunque el Madrid no acabara de carburar.

La rubia vuelve a ser ejemplo de la incompetencia pública, el premio máximo y la desvergüenza irónica de lo que ocurre a su alrededor. Este tipo de gente -porque esta rubia no está sola: otros muchos (políticos en su democrática mayoría), con la vena de la solidaridad inflada, se apuntan a la supina Cofradía Pajina- es la verdadera tragedia nacional. No millones de jóvenes que si no fuera por sus padres, estarían en la calle pese a sí saber -algunos, pocos- quiénes son Amedo, Vera, Barrionuevo, García Damborenea, Galindo o el mismísimo señor X -que sí, que saben hasta quién es el señor X-. La tragedia nacional no es que esta gente que cometió el error de ser "pequeñita" -enfermedad recomendable y perdonable que se arregla con el paso del tiempo, o debería- no tenga ni puta idea de cuatro claves necesarias para andar por casa. El problema, la tragedia nacional de la mentalidad es que se jactan de ello, aunque digan que lo hacen en clave irónica. "Forma de ser, forma de sentir", en eslógan turístico. Y así va España, cuando la ignorancia en lugar de sonrojo produce orgullo y despreocupación.

El resultado de poner a esta gente al frente del cotarro es comparable a pocas cosas más que a meter a doce cafres en un Gran Hermano: todas las bobadas que dicen y hacen, incluido el folleteo castizo bajo edredón (bautizado por la Real Academia del Gran Hermano como edredoning) o enseñar la chorra a la cabra (animal) y que esta se la muerda (por bobo o boba), logran un eco infinitésimamente superior al que deberían tener. Por extensión, la tragedia se agranda cuando estos tipos son los acaban por decidir invadir Afganistán o Perejil, mandan barcos a patrullar la costa índica de Zulululandia, gritan "Aminetu askatu!" en nombre del Frente Polisario contra alguno de los Mohamed -el que esté de guardia- y esperan el "acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta". (Pobre de ti, generación perdida).

Pero, así somos. Tanto que acabaremos por aplaudir a la rubia. No nos faltarán razones si las buscamos. Prefirió no hablar de los GAL porque "era pequeñita", ante lo que conviene aplaudir, porque esa excusa supone que los GAL fueron algo que sabe situar en el espacio narcótico-temporal entre 1976 y hoy. Aplaudan que los GAL para la rubia "pequeñita" no fueran un equipote dirigido por Torquemada (¿y ese quién es?). Otro señor indio, digno de la Alianza de la Civilizaciones y Universos Triangulares y que esta joven de sueldo millonario seguro que no conoce porque entonces "era pequeñita" (ella, no el indio), dijo una vez que "la dignidad de un país, de una civilización se ve en cómo trata a los animales". Recordar la frase hoy nos hace sentir como que nos falta algo, como que nos invita a actualizar el acervo popular. O cambiamos la frase y decimos que "la dignidad de un país se halla en cómo trata a sus políticos" o, lo que es más fácil y lo mismo, consideramos a los políticos desde hoy una nueva especie de animales.

Palabra de alma.