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Juan José Domínguez

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Economía

viernes, 23 de julio de 2010

Hoolingans sin vuvuzela

Por EL PROFESOR MORIARTY
Telemasoca habitual llevado al Congreso


La dirección de La Txistorra Digital, aprovechándose de mi estado etílico sanferminero, me sugirió cubrir el Debate del Estado de la Nación del 14 y 15 de julio. Iluso de mí, voy y acepto. Ésta es mi crónica.

Mi primera impresión al pisar las Cortes un 14 de julio es que me podía haber quedado, de resaca, en mi casa siguiendo el dichoso debate por el 24horas o el CNN+. ¡Vaya hooligans que hay allí dentro! Unos chillos, una mala educación, unas risotadas, unos gestos… sólo falta que los portavoces de los grupos les repartieran a sus señorías unas vuvuzelas al inicio de la sesión y se pusieran a soplar cuando habla el del partido contrario. De auténticos hooligans ingleses. Griegos, mejor dicho. No se si les he contado que he estado varias veces en el Pabellón de la Paz y la Amistad de Atenas. Está visto que con Pericles los griegos llegaron a un estado de civilización más que aceptable. Pero no evolucionaron y siguen en ese punto. Y en ese Pabellón (insisto, llamado de la Paz y la Amistad) es donde he visto las mayores batallas campales de la historia del basket y puedo decirles que, si exceptuamos el encendido y lanzamiento de bengalas en un recinto cerrado y el de sillas y monedas a los del equipo contrario, el recinto no tiene mucho que envidiar al Parlamento español.

Otra percepción de mi paso por el Congreso es que no escuché ninguna autocrítica por parte de ninguno de los portavoces de los grupos y que está visto que todos lo han hecho estupendamente en este último año. Todos y todas, sin excepción. Vamos, que ninguno tiene abuela. O sea que la culpa de que esto de la crisis no lo arregle nadie -ni siquiera entre todos, no se si vds. me captan la ironía- es de la conjunción interplanetaria entre el sol y la cara oculta de la luna. O por la yuxtaposición de la Osa Mayor con Orión, quien sabe.

El segundo día de debate, con una jaqueca bastante grande, acudo al hemiciclo y me doy cuenta de que allí estábamos solamente tres y el del tambor. Vamos, que como los dos primeras espadas ya habían hablado, el resto de portavoces y grupos importaba bastante poco. ¡Qué poca formalidad! Si les pagamos, y no precisamente poco dinero, a nuestros parlamentarios, para que acudan a una, ¡una!, sesión anual sobre el Debate del Estado de la Nación, cómo dejan de acudir? ¡Qué vergüenza!


Así que creo que estoy en condiciones de anunciarles, como terapeuta, que la clase política española está sufriendo uno de los episodios más agudos de autismo que he visto en mi larga vida como psicólogo. Vive ensimismada en el mundo de su grupo político y no ve más allá la realidad. A esto se le añade que la mayor parte de ellos sólo lee el periódico, ve el canal de televisión y sintoniza la emisora de radio que más se ajusta a la defensa de los intereses de su partido. Y además, para rematar la faena, no pone ningún interés en ir un poquito más allá y leer, ver y escuchar informaciones que no les doren tanto la píldora. ¡Que tampoco es mucho pedir, señoras y señores!

Mi diagnostico final es que este país no tiene arreglo. Por si acaso, yo ya he hecho las maletas, me he renovado el pasaporte y con lo poco que he logrado ahorrar con mi trabajo precario, me voy a iniciar una nueva vida en Vanuatu. O por ahí. No quiero saber nada de todos estos tipos y tipas a los que pagamos tres mil euros o más al mes para ir a pasar el rato al parlamento. Y eso suponiendo que acudan. No está nada mal cobrar ese dineral por ir a pulsar un botoncico, sin saber muchas veces siquiera lo que se vota y las implicaciones posteriores que ello tiene. Y a insultar al del partido contrario. Paso de ser cómplice durante más tiempo de estas actitudes. Considero que ya lo he sido bastante. Y ya vale.

1 comentarios: on "Hoolingans sin vuvuzela"

Antonia de Oñate dijo...

Hace ya años, asistí desde la tribuna de invitados del Congreso a la sesión que suprimió la pena de muerte del código penal militar. Fue un espectáculo vergonzoso. Félix Pons, entonces presidente del Congreso, miraba al tendido mientras (con nula convicción) repetía mecánicamente "silencio, señorías". El nivel de chismorreo, conversación, intercambio de chistes y gracietas (recuerdo la cara de divertirse que tenían Carmen Romero y José Barrionuevo), actitudes ridículas como la de Isabel Tocino, que sacó la barra de labios y se untó a gusto en pleno escaño... Sólo mantuvieron el tipo los diputados de IU y algunos del Grupo Mixto. El grupo Popular y el Socialista daban una imagen bochornosa. Olvidaban que les estábamos viendo desde la tribuna, o les importaba tres cuernos. Si los periodistas parlamentarios hablaran, más de uno de sus señorías no se atrevería a poner un pie en la calle.