

Si me viera mi abuela escribir estas líneas me desheredaría: dice que no puede morirse sin ver al Papa antes. Pues abuela, yo me muerto, pero del susto. Nunca en mis 21 años de vida había visto tal estampida de personas en la calle. No, no: ni siquiera un sábado de San Fermines.

Durante casi 20 minutos (de reloj, ¿eh?, no es un calculo aproximado), no han parado de pasar cientos de personas, super super religiosas claro, vestiditos unisonamente de un azul turquesa que se mezclaba con el azul celestial con el que hoy ha amanecido Lisboa.

Un Estado que, según la prensa portuguesa, ha llegado a gastar casi 75 millones de euros con la santa visita del Papa. Poquito, ¿verdad?
Todo era fiesta hoy en Lisboa. Hasta la anciana mujer del balcón de piedra enfrente de mi casa, que la pobre casi no se puede mover, ondeaba sin parar la banderita papal que han repartido durante toda la mañana por las inmediaciones de la Praça do Comercio, lugar donde Benedicto XVI celebraría la misa.
Pero tanta cosa para nada.
Un Papa móvil recorriendo las calles por lo menos en tercera, no vaya a ser que a alguien le dé tiempo a disparar al jovenzuelo; una interminable misa de dos horas con un gran coro al que se le oia cantar por toda la ciudad (han amortizado el gasto en micrófonos). ¿Y el regreso? Como no, el Papa móvil ha vuelto a la misma velocidad: su Santidad tendría hambre, que aquí en Portugal se cena pronto.

En fin, otros miles de euros desperdiciados en un señor que habla de pobreza cuando su peso corporal aumenta lo menos 5 kilos cuando se coloca todos sus oros encima. En casa del herrero, cuchillo de palo.
Amén, señores.
1 comentarios: on "Desde Lisboa: la visita del Papa"
Enhorabuena por el artículo. Me ha hecho mucha ilusión ver a "Su Castidad" circulando por las calles lisboetas, jejeje. Lástima no haberle lanzado ningún polvorón
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