Les cuenta lo que pocos les cuentan
Concepción Martín no sale en el Guinness, pero tiene un récord. Nadie ha protestado frente a la Casa Blanca durante tanto tiempo como ella. Ni siquiera un Presidente ha tenido el 1600 de Pennsylvania Avenue como domicilio postal por tantos años. Y es que esta viguesa de 64 años lleva los últimos 28 en vigilia permanente por la paz. 24 horas al día, siete días a la semana. Y “hasta que Dios quiera”.
Se instaló el 1 de agosto de 1981, y desde entonces, pasa el día charlando con turistas, repartiendo cuartillas y gritando eslóganes con un agudo hilillo de voz. “Si los árabes os atacan es porque vosotros les atacáis a ellos”, dice. Mientras, los paseantes, algunos entre risas y otros serios, bufando o asintiendo, le sacan fotos o la graban en vídeo.
Siempre que alguien se le acerca, Conchita o Connie, como le gusta que la llamen, pregunta la nacionalidad. “¿Korea? ¡Oh, hay que unir las dos Koreas!” Y hurgando en una de sus muchas cajas, encuentra un artículo en el idioma que sea para turistas de todo el mundo. “La información es gratuita”, dice a todos.
Con poco más de metro cincuenta, Conchita se las ha apañado para vivir bajo un tenderete de plástico durante todos estos años, sobreviviendo gracias a la ayuda de particulares. Las ordenanzas de la Policía le prohíben dormir en sacos, sentarse en sillas, o alejarse demasiado de su puesto. Porque si lo hace, se lo desmontan. Por eso, siempre que quiere ir al baño, espera a algún amigo que le guarde el sitio durante unos minutos. Y así pase lo que pase. Haga sol, viento, lluvia o nieve.
“Esto no es vida, es una muerte lenta”, dice. Pero aun así, sigue siendo su elección. Todo para luchar contra los corruptos que pudren el mundo. Israel en primer lugar, contra quien tiene discursos constantes, seguido de la Casa Blanca o “Casa de Satanás”, como ella la llama, donde ninguno de sus inquilinos se salva de las críticas. El último, según dice, es del mismo palo que todos, y aunque tenga ganas de cambiar cosas, los de siempre no le van a dejar.
Compromiso personal
Pese a todo, Conchita no sabe si su lucha es útil ni si conciencia a la gente. “Que algo cambie depende de las personas, pero todos estáis manipulados por sus televisiones”, dice. Pero por lo que a ella respecta, lo suyo es más bien un compromiso personal. Y lo cierto es que es la única que lo lleva a este extremo. Aunque durante todos estos años, tuvo la compañía de William Thomas, otro activista que encontró al venir a la Casa Blanca y al que se sumó desde el principio y hasta su muerte, en enero de este año.
Pese a todo, Conchita no sabe si su lucha es útil ni si conciencia a la gente. “Que algo cambie depende de las personas, pero todos estáis manipulados por sus televisiones”, dice. Pero por lo que a ella respecta, lo suyo es más bien un compromiso personal. Y lo cierto es que es la única que lo lleva a este extremo. Aunque durante todos estos años, tuvo la compañía de William Thomas, otro activista que encontró al venir a la Casa Blanca y al que se sumó desde el principio y hasta su muerte, en enero de este año.
Conchita cuenta que cree que la Policía tuvo algo que ver en eso. Cree que desde la Casa Blanca lanzan un láser que afectó a su compañero y que también le está dañando a ella. “¿No ves que no tengo dientes?”, dice. “Es por el láser. Y ahora van a los huesos”. Por eso intenta protegerse con un casco al que ha pegado una peluca negra, que a su vez cubre con un pañuelo.
Y es que 28 años de protesta pasan factura. Pero no todo fue siempre así. Conchita llegó desde Vigo a Nueva York cuando tenía 18 años, y después de casarse con un empresario italo-americano -de quien tomó el apellido Picciotto-, trabajó como secretaria para el consulado español. Tenía una buena vida.
Según cuenta, todo empezó con el deterioro de su matrimonio. Un drama en el que la lucha por su hija la llevó a desconfiar de todos. Primero para traerla clandestinamente desde Argentina, donde dice que tuvo que pagar a un doctor para adoptarla, y después para conseguir la custodia tras el divorcio de su marido. Al perder el juicio, en el que se concluyó que no era apta para el cuidado de la niña, comenzó una protesta de autoridad en autoridad que, con el tiempo y las decepciones, le llevó a ver los fallos del sistema en general y a expresar su impotencia frente a la Casa Blanca. “Cuanto más alto iba, más sucio lo veía todo”, explica.
Víctima, loca o ejemplo de sacrificio. Sea bajo la definición que sea, Concepción Martín no tiene intención de moverse de su puesto. Seguirá ahí día a día, invitando a turistas y paseantes a leer sus carteles, sin saber si su esfuerzo sirve de algo o es en vano. Porque como dice, “que las cosas cambien depende de todos”, y al menos ella, ahí estará, “hasta que Dios o las autoridades quieran”.
11 comentarios: on "Desde Washington: La vecina gallega de Obama"
¡Esa Txistorra femenina ahí!
Jo, Leire, eres una profesional de los pies a la cabeza. Una preciosa historia.
¿Pocas colaboradoras femeninas? La puerta siempre está abierta, Nerea, así que no lloremos.
No tengo el gusto de conocerte Leire, pero te felicito porque el reportaje me parece extraordinario.
Un saludo
Nota: Nerea, podías escribir un artículo sobre la generación Einstein. Ayer preguntaban a ver qué era. No sé a los de La Txistorra que les parecerá.
Saludos
Sé que la puerta está abierta, txistorros, y no hay lloros de ningún tipo. Pero no tengo tiempo para más cosas, así que me es imposible. ¡Qué más quisiera yo que poder colaborar como una más en La Txistorra Digital! :_(
Yo creo que EEUU es la mayor y mejor Democracia POTENCIAL del mundo,lo que pasa es que esta "secuestrada",sobretodo por las mafias de la industria militar y financiera.Si se pudiera proteger a las instituciones estadounidenses del enorme poder de ciertos sectores privados,EEUU sería la pera limonera. Ojalá viniera aquí ese angel llamado Conchita,para denunciar la mierdería que hay por aquí.
Nerea, seguro que puedes sacar un poco de tiempo un día y nos dejas con la boca abierta. ¡Seguro! Aunque sea en Navidades, verano... Siempre hay días libres. :)
Y anónimo, puede que te interese ver que en su día Conchita escribió una carta a Felipe González (cuando era Presidente, claro). Copio uno de los párrafos:
"Señor Presidente, me indigno al enterarme de que, lejos de promover una resolución pacífica de la crisis del Medio Oriente, Ud. como mandatario de España, se olvida de su obligación de DEFENDER LOS DERECHOS HUMANOS, y tiene la osadía de ofrecer los mejores hijos de nuestra patria a derramar su sangre en tierra ajena para proteger el lujo y el estilo de vida de los que desprecian a los humildes de la tierra".
Seguramente Felipe González,el supuesto señor X,no tendría tiempo de leer la carta de esta señora,pues estaría ocupado tapando el GAL,las supuestas corruptelas del Rey,los filesas,las escuchas ilegales,los roldanes,urralburus,intxaurrondos,etc,etc,etc.
Me ha gustado mucho, y me gustaría que dieras algunos detalles más que me han suscitado interés sobre esta mujer. Ahí van mis preguntas:
- ¿Tiene acento americano después de tanto tiempo o conserva el gallego-castelano?
- ¿Alguna vez le ha recibido alguien de la Casa Blanca, algún político?
- ¿Duerme ahí en un colchón?
- ¿Te contó cómo le afecto que muriera William Thomas para después seguir adelante ella sola?
Saludicos.
Jaja, ¡encantada de contestar! :)
-Hablando en castellano no tiene acento americano para nada, y tampoco el típico gallego. Y hablando en inglés sí que se nota que no es nativa, la gente le pregunta a ver de dónde es.
-Yo le pregunté lo mismo. Me dijo que para nada, que nunca nadie importante se le ha acercado. Pero estaría bien saber lo que piensan de la vecina... ;)
-Duerme sentada bajo unos plásticos que tiene montados a modo de tienda. Ahí guarda agua, comida, mantas, carteles, y cacahuetes para las ardillas.
-William Thomas estaba casado y ya en su última etapa dejó de protestar las 24 horas para irse a dormir a casa por las noches. Ella no habló sobre su relación con él. Sólo dijo que su muerte fue un golpe.
Y ambos tuvieron a otro compañero protestando contra las armas nucleares durante unos meses en 1982, Norman Mayer. Un día Mayer condujo su furgoneta hasta el Washington Monument (el obelisco blanco) y amenazó con hacerla explotar si no se empezaba un diálogo nacional sobre el peligro de las armas nucleares. Cuando después de horas negociando con la Policía se metió en su furgoneta y volvió a amenazar con explotarla, la Policía le disparó y murió. Dijeron que no pretendían matarlo y que habían apuntado al motor. Más tarde se descubrió que no llevaba explosivos.
Que buena Leire!
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