Miguel Sanz recupera el punch... pactando

Por JAVIER DOMÍNGUEZ

Comentador

Si los políticos funcionan a base de encuestas, no es extraño que se orienten por ellas a la hora de fijar la agenda de sus actuaciones. Eso y, en ocasiones, la sensación de haber sido desbancados en las cruzadas personales que tiene cada uno, son los motores de las decisiones de nuestros líderes.

Pese a la crisis económica, el terrorismo sigue siendo una de las principales preocupaciones ciudadanas. Es más: conforme en lo económico empieza a verse una luz al final del túnel, la violencia terrorista sube en las encuestas sobre los problemas que se hacen en España. Entre junio y julio, por ejemplo, el terrorismo subió del cuarto puesto al tercero. A eso le sumamos que, durante este verano, el principal protagonista mediático en materia antiterrorista y de achicamiento de espacios sociales a los violentos ha sido el lehendakari Patxi López: las imágenes de la Ertzaintza retirando fotografías de presos hasta en las mismísimas txosnas de Bilbao han ocupado las principales portadas. Y, con todo ello, en Navarra se hacía obligado algún golpe de efecto en materia antiterrorista que hiciera que el Gobierno Foral recuperara el punch en esta materia.

El golpe de efecto es un pacto que Miguel Sanz presentó el lunes tras la primera sesión de gobierno del curso, y que busca “el aislamiento social y político de los violentos y de quienes les apoyan”. El pacto ha sido impulsado por el diálogo entre el Gobierno y el PSN, y aunque no se dijo específicamente que esté cerrado a otras formaciones, las críticas a IU y Nafarroa Bai no dejan lugar a dudas. Lo que Sanz no dijo, pero sí dejó claro al día siguiente Roberto Jiménez, es que el pacto sale de una iniciativa del propio PSN, algo que sorprende más si cabe al dar argumentario extra al Gobierno al que hacen oposición. Un Jiménez que, por cierto, criticó las formas y la "bronca" con la que Sanz descalificó a IU y NaBai.

Las curiosidades de este pacto político y social a favor de “la libertad, la convivencia y la democracia” son numerosas. Para empezar, los firmantes: aunque hoy el PP navarro anuncia que lo firmará (un pacto con UPN), habrá que ver definitivamente la decisión de la calle Génova. Podrían argumentar que ellos ya firmaron (UPN no) el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo vigente aún a nivel nacional. Si consideramos válido este argumento, el PSN habría redundado la firma de su formación federal, el PSOE, que fue (no lo olvidemos) quien realmente promovió en primera instancia aquel documento. En realidad, el pacto navarro poco aporta al pacto nacional (salvo las críticas directas a otras formaciones políticas), y simplemente coloca de nuevo en la vanguardia antiterrorista al Gobierno de Miguel Sanz.

Pero no sólo se trata de una operación de marketing político, devolviendo a la primera plana del rechazo a ETA al presidente navarro: es también un arma política. La firma del pacto, con la mención expresa al “respaldo a los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado”, supone además un dardo a la aparentemente frágil unidad de Nafarroa Bai, que ha mostrado ciertos signos de desunión precisamente en ese aspecto de la lucha contra el terrorismo. Sanz consigue, añadiendo letra pequeña, que la segunda opción más votada de las últimas elecciones generales quede fuera de un pacto que, por condena del terrorismo, no dudaría en apoyar. Negándoles así la entrada, el mensaje que se enviará a la sociedad tratará de ratificar la idea de que “NaBai no condena el terrorismo”.

Comunicativamente hablando, los pactos requieren de fotografías. Si no las tienen, son palabras que se lleva el viento. Y el Gobierno navarro lo sabe. La foto de este pacto puede ser de Ejecutivo y PSN en la misma mesa, sí; pero también pueden buscarse otras instantáneas como la Policía Foral retirando carteles de presos de ETA o - quien sabe, a tenor de las menciones de Miguel Sanz en la presentación del acuerdo - quizá la imagen que lo ilustre sea la de ciertos alcaldes declarando ante los tribunales.