Espionaje en Navarra: la guerra de Gila

Por LESLIE NIELSEN

Espía como puedas

Menos mal que Aznar, a beneficio de su amigo de pupitre Juanito, privatizó Telefónica. ¿Se imaginan que los "pinchazos" se hicieran a través de compañía pública? Aún más fácil. Al tema: me solicitan que les cuente algo sobre las redes de espionaje cuya existencia ha saltado a la luz en el último año. Para empezar, diré que los espías son estúpidos: más que nada, porque les han pillado. Y ya saben que los espías comparten su lema con los curas pederastas: "Que no te pillen".

Primero fue aquella red de Madrid, en la que agentes al servicio de la Comunidad, al parecer y siempre presuntamente, se dedicaban a seguir a los adversarios políticos de doña Espe. Luego salió la denuncia de Cospedal sobre el espionaje del EPS (que no es El País Semanal, sino el Estado Policial Socialista) hacia el PP. Ayer, el Diario de Noticias les revelaba a todos ustedes que el PSOE contempló infiltrarse en NaBai. Para ustedes sería una novedad. Yo ya lo sabía. Porque fui yo el encargado de estudiar tal posibilidad.

Cuando llegué a Navarra, me lancé a trabajar sin encomendarme ni a Dios ni al Diablo, ni a Induráin ni a Olano. Sin preguntar siquiera a los que estuvieran haciendo lo mismo que yo en vuestra Comunidad. Traje microcámaras de botón, micrófonos ocultos en bolígrafos Montblanc, cables coxiales microhertzianos con los que captar movimiento en la sede de NaBai en la Plaza del Castillo, detectores de presencia por el olor que te distingue si entra en una sala Zabaleta o Maiorga, toros con cencerros que incluyen localizadores y un largo etcétera de ingenios. Estudié hasta la saciedad la manera de vigilar desde el balcón de enfrente, alquilando un piso en la Plaza del Castillo, creando para el alquiler una empresa tapadera que previamente registramos. Cuando ya tenía todo preparado... frenaron mi operación. Así, de forma sorpresiva.

Desconcertado, desmotivado, desconsolado... tomándome un café me encontré con mis colegas espías navarros. Al decirles que un partido político había solicitado mis servicios, me miraron con gesto raro. "Aquí las cosas no funcionan así, chaval", me respondieron. Según ellos, me lo había currado demasiado. Tampoco entraron en detalles, claro, que para eso son espías; pero me dio la sensación de que, en vuestra tierra, las cosas se hacen más a lo rústico. O sea: tirarte a la mujer del adversario político, un agujerito en la pared de tu sede si está al lado de la del oponente, la clásica trompetilla contra la puerta, o directamente afiliar a los tuyos en el partido rival. Vaya, que yo vine a hacer espionaje del siglo XXI, y aquí se lleva lo que viene siendo "la guerra de Gila".

"¿Es el enemigo? Se ponga... oiga, que digo yo... que nos hemos encontrado un afiliado suyo en nuestra sede y dice que ahora tiene carnet de los nuestros. Ah, que lo han metido ustedes de espía. ¡Qué cabrón, pues él no nos ha dicho nada! Oiga, ¿y qué es lo que querían? ¡Ah, desestabilizarnos! No hombre, no se preocupen, si nosotros nos desestabilizamos solos, anda que no tenemos follones por nuestra cuenta... Que no, hombre, se lo podían haber ahorrao'... Bueno, nada, al menos el tío es majo y nos estamos echando unas risas. Oiga, ya puestos... ¿en qué año quieren que sean las elecciones? ¿En 2010? Jodé, podían esperar un poco, que a esa hora estamos merendando y nos pillan despistaos'..."