Eloy Rabo, nuestro analista de cabecera, nos recuerda que gracias a nuestros políticos, los navarros somos propietarios de esos "grandes negocios" -sobre todo para algunos-, que se fueron montando en esta nuestra Comunidad en los años de "bonanza económica". Sí, amigas y amigos txistorreros todos tenemos una pequeña participación en todos esos pozos sin fondo. Y reclamaciones al maestro armero...
ELOY RABO
Sociópata
Sociópata
Socializados todos
(dos puntos):
De Miranda de Ebro
para abajo estás descubriendo la pólvora, últimamente. Y no me refiero a que,
por fin, estén oliendo las cargas de los antidisturbios, que antaño parecían
reservadas para los territorios otrora marcados en rojo con aquel plan ZEN
(Zona Especial Norte, ¿recuerdan?); ni que flipen cuando les dicen que no
pueden fotografiar a los policías en las manifestaciones, cosa que por aquí
sabemos de buena tinta desde los tiempos de Ansuátegui I Gobernador Civil. No,
no me refiero a eso, aunque tenga mucho que ver con el concepto del que voy a
hablar: la socialización.
Ahora los sesudos
expertos dialogan (en plan besugo) de la socialización de la crisis, que
consiste en que los que están hasta la polla de recortes salgan a repartir
hostias por la calle. O de la socialización de la polémica fiscal entre
Catalunya y el Estado, que es, simple y llanamente, el motivo de que la gente
se echase a manifestarse el 11-S (toma ejercicio de maniqueísmo). O de la
socialización de las pérdidas de los bancos, hermoso eufemismo para decirnos
que, como hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, nos vamos a comer
el marrón que hayan giñado otros, los banqueros y las grandes fortunas.
Socializar, verbo divino. Un verbo que por aquí ya conocíamos perfectamente.
Solo que el complemento directo ha sido, en esta tierra nuestra, “la mierda”.
Socializaron la
mierda, por ejemplo, con el circuito de Los Arcos. Una constructora propuso
hacer un circuito de 6 millones de euros, que con ese precio como mucho
serviría para karts; comenzó las obras y se entrampó. Pero se entrampó
bastante. Así que llegó el Gobierno de Navarra y se metió por medio, haciendo
crecer el precio de 6 a 22 millones de euros, y de 22 a 40. Eso sí: la
participación privada en el negocio se mantuvo, así que, si había beneficios,
la constructora cobraría los suyos. A eso se le llama… socializar la mierda.
Socializaron la
mierda con Guenduláin. ¿Os acordáis? Aquella historia de película, con conde
por medio, amigo de un político… Aquellas tierras que no daban nada, “pues ya
me podían rentar”, “pues que te las compren los constructores”, “pues que ya
las han comprado y ahora qué”, “pues que decimos que necesitamos reservas de
suelo y os las compramos”, “que oye, que nos las compréis pronto, que andamos
pillados de pasta”… Y así, el Gobierno Foral compró unos terrenos que pagan
impuestos como urbanizables pero que tardarán décadas en ser urbanizables. Los
constructores tienen su pasta, el conde tiene su pasta, y el Gobierno (o sea,
usted, y yo, y todos) paga ya los impuestos de esos terrenos en los que no
puede hacer nada. A eso se le llama… socializar la mierda.
Y ejemplos de esos…
unos cuantos. ¿Hablamos de la CAN, futura primera entidad financiera de la
Catalunya independiente? Eso vamos a dejarlo, que algunos llevan la penitencia
en el pecado. ¿O hablamos de aquella colección de coches clásicos que cierto
inversor privado compró y luego vendió por bastante más dinero al Gobierno de
Navarra? Ya se comentó en este mismo blog,
aunque ahora hay noticias frescas sobre el asunto. Sí, amigos: ante la falta de
liquidez para construir aquel Museo de la Automoción, los coches se exponen ya,
desde el 14 de octubre… ¡en el circuito de Los Arcos!
A eso se le llama, queridos y queridas… en efecto, socializar la mierda. Pero
con un descaro que asusta. A ver qué se les ocurre montar ahora en el trigal de
Guenduláin.