Nuestra colaboradora Tere Sáez vuelve a la Txistorra Digital, y lo hace para opinar sobre un tema de mucha actualidad y en el que, desde luego, todas las opiniones son válidas. Se trata de la custodia compartida entre hombres y mujeres, entre padres y madres, tras una separación de la pareja o el divorcio.
Soy Feminista y soy totalmente partidaria de la custodia compartida. En condiciones adecuadas, por tanto, de igualdad entre hombres y mujeres, la custodia compartida es la forma más idónea de relación entre padres e hijos, en la medida en que permite un reparto equitativo de los tiempos de convivencia y de las responsabilidades derivadas de la patria potestad. Al hablar de custodia compartida tras la separación o el divorcio, nos referimos a un reparto equitativo de derechos y obligaciones, no un reparto exacto del tiempo. Pero esto es difícil regularlo por decreto.
Por ello, me parece loable la preocupación por la custodia responsable. En cualquier caso, el tema de la custodia compartida es un tema complejo y por ello, es importante en su debate, mirar hacia todos los lados pero desde luego, su complejidad y posiciones discrepantes nunca debe ser una razón para evitar debatirlo.
Está claro que en uno de los aspectos de este debate, el de contribuir al cumplimiento de los derechos de la infancia (artículos 8.11 y 8.13: “las y los menores tienen el derecho a gozar de ambos progenitores que tienen una responsabilidad conjunta en cuanto a su desarrollo y educación y a mantener contacto directo y permanente con sus progenitores, teniendo ambos las mismas obligaciones”), estaremos todo el mundo de acuerdo. Pero hay otros, donde las preocupaciones se distancian. Soy de la opinión de que hay que intentar hacer un debate en el que estén presentes las distintas sensibilidades, preocupaciones y criterios y buscar soluciones que realmente nos permitan avanzar hacia la igualdad entre hombres y mujeres, además de respetar los derechos de los y las menores. Y por ello, para ayudar en ello, quiero recordar algunas cosas.
Hoy por hoy, la inmensa mayoría de las parejas heterosexuales funcionan de manera desigual durante el matrimonio. La diferenciación de roles de género en la pareja tiene efectos devastadores. Muchas mujeres dependen económicamente de sus parejas. En el Estado Español casi cuatro millones más de mujeres que de hombres ‘inactivas’ sin ingresos, casi 200.000 más de paradas sin prestación contributiva, millón y medio más de ocupadas a tiempo parcial… lo que hace una cifra cercana a 6 millones más de mujeres que de hombres sin ingresos suficientes para vivir independientemente. Y muchos hombres están ausentes de las tareas de cuidado, incluso ahora, estando en paro (aunque hay un porcentaje que se está incorporando).
Aun así, la sociedad sigue empujando a las mujeres a la dependencia económica y a los hombres al alejamiento del cuidado. La existencia de “los mecanismos-trampa” de los que hablan Carmen Castro y María Pazos -economistas-, con los que se encuentra cualquier pareja heterosexual desde el mismo momento en que deciden casarse, por mucho que él y ella piensen que son iguales y que ese acto no influirá en sus vidas materiales: aún hoy en día, cuando dos personas se casan, el Estado les dice que da igual quién gane el dinero, porque todo será de ambos al 50% (el régimen económico de gananciales se aplica automáticamente por defecto en gran parte del territorio español); y que, si alguien se queda en casa (o en la economía sumergida), tendrán derecho a una desgravación por tributación conjunta. Y que no se preocupe por las cotizaciones porque para eso está la pensión de viudedad. Lo que nos muestran las estadísticas es que el 90% de las declaraciones conjuntas presentadas tienen a los hombres como primer titular o único perceptor de rentas en la unidad familiar.
Cuando llega la primera criatura, se establecen los roles de género alentados por la Seguridad Social, que en su regulación de derechos de prestaciones concede a los hombres un permiso remunerado por paternidad de solamente 2 semanas, mientras otorga a las mujeres 16 semanas remuneradas de permiso de maternidad y 4 más de lactancia. La evidencia de los datos estadísticos nos dice que son las mujeres quienes se ausentan del trabajo por períodos más largos ante las necesidades de cuidado familiar; la desigualdad de los permisos por nacimiento y otras facilidades como las excedencias (mayoritariamente no remuneradas y utilizadas en un 92% por mujeres) y las reducciones de jornada, contribuyen a explicar la retirada del puesto de trabajo de muchas mujeres. Los hombres podrían tomarse parte de estas facilidades, pero la mayoría no se las toman porque, lógicamente, no quieren quedarse sin ingresos o arruinar su carrera.
En caso de divorcio, los efectos devastadores de la desigualdad se manifiestan más visiblemente de cara al exterior. Todos los divorcios son traumáticos, pero lo son mucho más cuando ellos han estado al margen del cuidado y ellas han sido económicamente dependientes de ellos. A las peleas usuales en estos casos, se añade el desencuentro entre dos personas que están en universos disjuntos e incompatibles; y cuya frontera es difícil traspasar. Es difícil reinsertarse en el empleo de calidad a los 41 ó 42 años (41,5 años es la edad media de las mujeres en el momento del divorcio), y más en tiempos de crisis. Tampoco es fácil aprender a conocer y a cuidar a tu hijo o a tu hija cuando tiene 6 años y tú 44 (edades media que según el INE tienen los hombres en su divorcio). Poco se puede hacer a posteriori en estos casos. Nada más que comprender y paliar la situación de las personas implicadas, especialmente las que han quedado en situación más vulnerable: criaturas y algunas mujeres. Mujeres sin ingresos, mujeres acostumbradas a hacer de su hogar el centro de su mundo, mujeres sometidas a malos tratos, etc.
Por otro lado, también es verdad como dice María Sanahuja, magistrada, que “no podemos perder lo avanzado en esta sociedad. ¿Cómo vamos a asumir en solitario la difícil y durísima tarea de cuidar de unos hijos en unas sociedades complejas que exigen unas generaciones con un elevado nivel de formación técnica y personal, al tiempo que trabajamos fuera? Al no darse la custodia compartida es posible que las mujeres se queden sin nada: sin profesión, porque no nos hemos dedicado a ella; sin espacios personales, al no disponer de tiempo, fuente de desequilibrios y frustraciones; sin casa; y sin unos hijos que, además, pueden formular serios reproches culpabilizando a las madres del alejamiento paterno, lo cual es fuente de conflicto y sufrimiento, al haberse quedado huérfanos con padres vivos, con un duelo que no se acaba”.
Realmente, los poderes públicos tienen todavía por delante el establecer las algunas de las condiciones que se han demostrado efectivas para la corresponsabilidad:
- Permisos iguales e intransferibles por nacimiento o adopción, para ambos progenitores. De esta manera, la participación en el cuidado y atención infantil podría darse en condiciones de igualdad. - La universalización de la educación infantil desde los 0 años.
Técnica de Igualdad
Soy Feminista y soy totalmente partidaria de la custodia compartida. En condiciones adecuadas, por tanto, de igualdad entre hombres y mujeres, la custodia compartida es la forma más idónea de relación entre padres e hijos, en la medida en que permite un reparto equitativo de los tiempos de convivencia y de las responsabilidades derivadas de la patria potestad. Al hablar de custodia compartida tras la separación o el divorcio, nos referimos a un reparto equitativo de derechos y obligaciones, no un reparto exacto del tiempo. Pero esto es difícil regularlo por decreto.
Por ello, me parece loable la preocupación por la custodia responsable. En cualquier caso, el tema de la custodia compartida es un tema complejo y por ello, es importante en su debate, mirar hacia todos los lados pero desde luego, su complejidad y posiciones discrepantes nunca debe ser una razón para evitar debatirlo.
Está claro que en uno de los aspectos de este debate, el de contribuir al cumplimiento de los derechos de la infancia (artículos 8.11 y 8.13: “las y los menores tienen el derecho a gozar de ambos progenitores que tienen una responsabilidad conjunta en cuanto a su desarrollo y educación y a mantener contacto directo y permanente con sus progenitores, teniendo ambos las mismas obligaciones”), estaremos todo el mundo de acuerdo. Pero hay otros, donde las preocupaciones se distancian. Soy de la opinión de que hay que intentar hacer un debate en el que estén presentes las distintas sensibilidades, preocupaciones y criterios y buscar soluciones que realmente nos permitan avanzar hacia la igualdad entre hombres y mujeres, además de respetar los derechos de los y las menores. Y por ello, para ayudar en ello, quiero recordar algunas cosas.
Hoy por hoy, la inmensa mayoría de las parejas heterosexuales funcionan de manera desigual durante el matrimonio. La diferenciación de roles de género en la pareja tiene efectos devastadores. Muchas mujeres dependen económicamente de sus parejas. En el Estado Español casi cuatro millones más de mujeres que de hombres ‘inactivas’ sin ingresos, casi 200.000 más de paradas sin prestación contributiva, millón y medio más de ocupadas a tiempo parcial… lo que hace una cifra cercana a 6 millones más de mujeres que de hombres sin ingresos suficientes para vivir independientemente. Y muchos hombres están ausentes de las tareas de cuidado, incluso ahora, estando en paro (aunque hay un porcentaje que se está incorporando).
Aun así, la sociedad sigue empujando a las mujeres a la dependencia económica y a los hombres al alejamiento del cuidado. La existencia de “los mecanismos-trampa” de los que hablan Carmen Castro y María Pazos -economistas-, con los que se encuentra cualquier pareja heterosexual desde el mismo momento en que deciden casarse, por mucho que él y ella piensen que son iguales y que ese acto no influirá en sus vidas materiales: aún hoy en día, cuando dos personas se casan, el Estado les dice que da igual quién gane el dinero, porque todo será de ambos al 50% (el régimen económico de gananciales se aplica automáticamente por defecto en gran parte del territorio español); y que, si alguien se queda en casa (o en la economía sumergida), tendrán derecho a una desgravación por tributación conjunta. Y que no se preocupe por las cotizaciones porque para eso está la pensión de viudedad. Lo que nos muestran las estadísticas es que el 90% de las declaraciones conjuntas presentadas tienen a los hombres como primer titular o único perceptor de rentas en la unidad familiar.
Cuando llega la primera criatura, se establecen los roles de género alentados por la Seguridad Social, que en su regulación de derechos de prestaciones concede a los hombres un permiso remunerado por paternidad de solamente 2 semanas, mientras otorga a las mujeres 16 semanas remuneradas de permiso de maternidad y 4 más de lactancia. La evidencia de los datos estadísticos nos dice que son las mujeres quienes se ausentan del trabajo por períodos más largos ante las necesidades de cuidado familiar; la desigualdad de los permisos por nacimiento y otras facilidades como las excedencias (mayoritariamente no remuneradas y utilizadas en un 92% por mujeres) y las reducciones de jornada, contribuyen a explicar la retirada del puesto de trabajo de muchas mujeres. Los hombres podrían tomarse parte de estas facilidades, pero la mayoría no se las toman porque, lógicamente, no quieren quedarse sin ingresos o arruinar su carrera.
En caso de divorcio, los efectos devastadores de la desigualdad se manifiestan más visiblemente de cara al exterior. Todos los divorcios son traumáticos, pero lo son mucho más cuando ellos han estado al margen del cuidado y ellas han sido económicamente dependientes de ellos. A las peleas usuales en estos casos, se añade el desencuentro entre dos personas que están en universos disjuntos e incompatibles; y cuya frontera es difícil traspasar. Es difícil reinsertarse en el empleo de calidad a los 41 ó 42 años (41,5 años es la edad media de las mujeres en el momento del divorcio), y más en tiempos de crisis. Tampoco es fácil aprender a conocer y a cuidar a tu hijo o a tu hija cuando tiene 6 años y tú 44 (edades media que según el INE tienen los hombres en su divorcio). Poco se puede hacer a posteriori en estos casos. Nada más que comprender y paliar la situación de las personas implicadas, especialmente las que han quedado en situación más vulnerable: criaturas y algunas mujeres. Mujeres sin ingresos, mujeres acostumbradas a hacer de su hogar el centro de su mundo, mujeres sometidas a malos tratos, etc.
Por otro lado, también es verdad como dice María Sanahuja, magistrada, que “no podemos perder lo avanzado en esta sociedad. ¿Cómo vamos a asumir en solitario la difícil y durísima tarea de cuidar de unos hijos en unas sociedades complejas que exigen unas generaciones con un elevado nivel de formación técnica y personal, al tiempo que trabajamos fuera? Al no darse la custodia compartida es posible que las mujeres se queden sin nada: sin profesión, porque no nos hemos dedicado a ella; sin espacios personales, al no disponer de tiempo, fuente de desequilibrios y frustraciones; sin casa; y sin unos hijos que, además, pueden formular serios reproches culpabilizando a las madres del alejamiento paterno, lo cual es fuente de conflicto y sufrimiento, al haberse quedado huérfanos con padres vivos, con un duelo que no se acaba”.
Realmente, los poderes públicos tienen todavía por delante el establecer las algunas de las condiciones que se han demostrado efectivas para la corresponsabilidad:
- Permisos iguales e intransferibles por nacimiento o adopción, para ambos progenitores. De esta manera, la participación en el cuidado y atención infantil podría darse en condiciones de igualdad. - La universalización de la educación infantil desde los 0 años.
- Una reforma de horarios laborales a tiempo completo más cortos, racionales y flexibles, además de eliminar todas aquellas cuestiones que siguen desincentivando el empleo femenino.
- Los poderes públicos en este debate tienen la responsabilidad de actuar con equidad.
- Las parejas que apuestan por la igualdad, intentar hacerlo lo mejor posible. Los hombres valorar y por tanto hacer “cuidados” y las mujeres, seguir soltando las amarras que nos oprimen y nos impiden volar.
- Los poderes públicos en este debate tienen la responsabilidad de actuar con equidad.
- Las parejas que apuestan por la igualdad, intentar hacerlo lo mejor posible. Los hombres valorar y por tanto hacer “cuidados” y las mujeres, seguir soltando las amarras que nos oprimen y nos impiden volar.
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