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Economía

jueves, 5 de agosto de 2010

Relato: "El séptimo del séptimo"

Por IKER ANDRÉS
Blogger y cuentista

David acaricia la piedra elegida con su mano derecha, la sopesa, la mide, se cerciora de que es mejor que el resto de piedras, las desechadas, comprobando su equilibrio y aristas. La arroja varias veces al aire, paralelamente a su cuerpo, dos palmos por encima de su cabeza y la vuelve a coger cada vez, sin dejar que caiga al suelo, con la misma mano con la que la ha lanzado. Es una piedra gris, redondeada, un poco menor que un huevo de gallina, pero surcada de aristas por toda su superficie. A simple vista es una piedra normal, indistinguible de cualquier piedra de camino, lo suficientemente rodada para haber logrado una cierta homogeneidad en su forma pero lo suficientemente bruta para mantener su cariz agresivo. Lo que la diferencia de otras piedras es su peso y eso no es algo que se pueda apreciar con sus ojos, hay que cogerla, agacharse hasta el suelo y valorar una a una decenas, cientos de piedras, para diferenciarlas. Sin embargo, en cuanto coges la piedra idónea te das cuenta de que lo es. Te lo dice su peso, su tacto, te lo dice tu propio puño cuando la aprietas con fuerza, te trasmite su potencial violencia. Hay una piedra para cada cosa, y sin duda esta es la piedra adecuada para matar a un gigante.

David sabe desde pequeño que ha nacido con una misión, lo sabe sin que nadie le haya hablado directamente sobre ella, pero ha sabido leerlo entre lineas de las habituales lecturas del Antiguo Testamento que se hacían durante su infancia y la de sus muchísimos primos en la abarrotada casa familiar de sus abuelos. Su tío Don Julio, que era sacerdote le recordaba en repetidas ocasiones que era el séptimo hijo varón de un séptimo hijo, y que por lo tanto estaba destinado a algo grande, a pesar de su pequeño tamaño. Una misión importante, si, pero ¿cual? No había sido hasta hace pocos meses que relacionando unos hechos que desde hace años ocurren en su ciudad con uno de sus pasajes preferidos de las sagradas escrituras había descubierto el objetivo de su misión. Que el nexo de entre ambos asuntos era él mismo lo intuyo a través de su propio nombre: David. David, el joven que asesinó al coloso Goliath de una pedrada certera en la frente.

Desde que tiene recuerdos David ha presenciado como también su ciudad recibe periódicamente la visita de un gigante cruel y su cohorte que atemorizan a sus habitantes, se burlan de ellos con violencia y mediante obscenos bailes. El gigante que asalta su ciudad manda a sus esbirros a golpear sin piedad a los niños, para que desde pequeños aprendan a temerle y respetarle, y a someterse a la tiranía impuesta por su enorme tamaño. El propio David fue sometido durante su niñez a los crueles golpes de la monstruosa comitiva bajo la inerte mirada del gigante rey y los otros colosos que siempre le acompañan. Pero este sometimiento está a punto de acabar. David está decidido a hacer honor a su nombre y a su destino de acabar con el mal por ser el séptimo hijo varón de un séptimo hijo. Y así, armado únicamente con su honda y cinco guijarros escogidos se dirige a la plaza principal de la ciudad, donde sabe que a mediodía aparecerá el gigante con su comitiva. A medida que se acerca oye con cada vez mas fuerza la música de instrumentos de viento y percusión con que se hace acompañar el tirano. Cuando irrumpe en la plaza el espectáculo le aterra de tal manera que por un momento duda de sus propias fuerzas para llevar a cabo la misión de acabar con el gigante. Pero ver a un grupo de niños gritando mientras huyen de uno de los jinetes armados del gigante que intenta golpearles sin piedad, ante la impotente mirada de sus padres, le hace recobrar la fuerza. “Alguien tiene que acabar de una vez con todo esto” piensa.

David se dirige directamente hacia el rey de los gigantes mientras coloca la mejor de sus piedras en el cuero de la onda y la hace mecerse junto a su rodilla. Una vez frente al gigante le desafía: “En este séptimo día del séptimo mes del año se acabará tu reinado de terror. Yo, David, te reto a singular combate.” El gigante permanece impasible, su danza macabra ha cesado, pero ni siquiera baja su mirada para contemplar a David, el cual se enfurece aún mas, azuzado por este desprecio, y acciona su onda certera, arrojando la piedra que ha de clavarse en la frente del Rey Gigante. Los mas de diez pies de altura del cuerpo inerte del coloso se tambalean antes de caer ante David victorioso, que se dirige a arrebatar la corona del cadáver. El resto de los miembros de la comparsa, atónitos, no comprende qué está ocurriendo, los músicos dejan de soplar las gaitas y golpear los tambores. Kilikis y cabezudos se despojan de sus cabezas de cartón piedra, como si estas les impidiesen entender qué está pasando. Los Zaldikos dejan de perseguir a los niños y corren hacia el Rey Europeo para comprobar que su porteador no se ha hecho daño. Todo el mundo en la Plaza del Castillo se pregunta qué demonios pasa por la cabeza de este muchacho que acaba de atacar a la comparsa.

1 comentarios: on "Relato: "El séptimo del séptimo""

Mendo dijo...

Mu guapo el relato,eh?