En jarra grande
¿Es la alemana la mejor cerveza? Como suele decirse, para gustos están los colores. Y, si el gusto es navarro, el gusto por “lo nuestro” nos puede llevar a decir que la mejor cerveza es la de aquí. ¿Cerveza navarra? Sí. Se llama Naparbier, ya se puede tomar en muchos establecimientos de la Comunidad y es tan sabrosa como la historia que tiene detrás. Una historia de iniciativa ante la crisis y ante un ERE que dejó en la calle a los tres aficionados cerveceros que son hoy promotores de Naparbier.
Juanjo Carro, Juan Rodríguez y Josu Taniñe eran trabajadores de Koxka cuando, hace cuatro años, comenzaron a hacer cerveza en su casa. “La idea surgió de Alemania”, explica Josu: “Juan tiene familia allí y, a raíz de un par de visitas, y viendo la buenísima cerveza que bebíamos en una pequeña cervecería de un pueblo cercano a Frankfurt, nos decidimos a probar a prepararla nosotros en casa”. Buscaron la información en Internet y, con sus conocimientos, fabricaron una máquina casera. “Podíamos hacer 50 litros en cada cocción”, recuerdan. Para una cuadrilla cervecera, dos tardes de bebida y poco más. También por Internet contactaron con Álex Schmid, un maestro cervecero alemán que trabaja en Madrid y que después les sería de mucha ayuda en su proyecto empresarial.
Profesionalización casi forzosa
Aquellas primeras pruebas caseras fueron para ellos y sus amigos, y algunas resultaron “un desastre”. No fue más allá de una afición hasta que sus nombres aparecieron entre los 190 despedidos de Koxka en febrero del año pasado. Se quedaban en la calle. Juanjo, con 37 años y 17 de trabajo en la empresa; Josu, con 43, veinticuatro de ellos en el laboratorio; y Juan, con 35, electricista en Koxka durante otros 17. Así que, como cada uno había recibido una indemnización por el despido, se lanzaron a profesionalizar la fabricación de cerveza.
La inversión fue de unos 250.000 euros. “Lo que hicimos fue comprar la maquinaria necesaria para hacer una microcervecería y, a su vez, recibir formación sobre su uso”. Y aquí reapareció Alex, el maestro alemán, con cuya ayuda elaboraron las dos recetas que hoy emplean para fabricar sus cervezas: Pils, rubia, y Dunkel, tostada. Dos recetas que tienen en común lo artesanal del proceso, algo que encarece los costes ligeramente. “El tema es saber venderla y que los clientes tanto los dueños de los locales como los consumidores estén dispuestos a pagar un poco más por un producto de calidad, un producto natural sin absolutamente ningún aditivo”, explican. Tampoco el precio difiere mucho de las cervezas de importación, aunque sí suba un poco respecto de las cervezas industriales “normales”, del tipo Mahou o San Miguel.
Entrevistas en los medios de comunicación, llamados por la originalidad del proyecto, y el boca a boca, que es lo que definitivamente abre hueco a una marca, les permiten poco a poco entrar en los locales de hostelería. No es sencillo, sino “duro y difícil”, en sus propias palabras. “Las multinacionales dan de todo: dinero en mano con contratos cerrados, terrazas, televisiones... Frente a ello, nosotros únicamente ofrecemos nuestro producto e intentamos dar un servicio mas personal y cercano”. Y, encima, con fair-play: “Nosotros, a diferencia de las cerveceras estándar, no intentamos quitar lo que hay en el local y poner nuestra cerveza, sino que ofrecemos un complemento, un producto mas selecto, aunque sea más minoritario y más caro”. De alguna forma, se trata de hacer como con los vinos: no es lo mismo el vino de “poteo” que los crianzas o los reservas. Suena un poco a David contra Goliat.
Proyectos de crecimiento
Su mercado lo centran, de momento, en Navarra. “Sólo comercializamos barriles, por lo que en cada local tenemos que montar la maquinaria correspondiente, llevar el mantenimiento, etcétera. Bastante es superar las dificultades que ello conlleva como para salir fuera tan pronto”. Eso sí, comienzan a darse a conocer en las ferias de cerveza y eventos en los que solicitan su presencia, y próximamente estarán en Ibarra, Irún y Ordizia.
Desde su sede en Landaben, a sólo unos metros de su antiguo puesto en Koxka, estos pequeños empresarios cerveceros ven el futuro con relativo optimismo. A corto plazo esperan ampliar la producción: “con una inversión mínima podemos duplicar la actual”, señalan. Como son una cooperativa, buscarán otro socio que, como ellos, aporte capital. Pero no sólo económico, sino también humano: “Será alguien que, como nosotros, crea en este proyecto, trabaje de verdad por él y sea su futuro”. Como ellos: como Josu, Juanjo y Juan. ¡Prost!
Profesionalización casi forzosa
Aquellas primeras pruebas caseras fueron para ellos y sus amigos, y algunas resultaron “un desastre”. No fue más allá de una afición hasta que sus nombres aparecieron entre los 190 despedidos de Koxka en febrero del año pasado. Se quedaban en la calle. Juanjo, con 37 años y 17 de trabajo en la empresa; Josu, con 43, veinticuatro de ellos en el laboratorio; y Juan, con 35, electricista en Koxka durante otros 17. Así que, como cada uno había recibido una indemnización por el despido, se lanzaron a profesionalizar la fabricación de cerveza.
La inversión fue de unos 250.000 euros. “Lo que hicimos fue comprar la maquinaria necesaria para hacer una microcervecería y, a su vez, recibir formación sobre su uso”. Y aquí reapareció Alex, el maestro alemán, con cuya ayuda elaboraron las dos recetas que hoy emplean para fabricar sus cervezas: Pils, rubia, y Dunkel, tostada. Dos recetas que tienen en común lo artesanal del proceso, algo que encarece los costes ligeramente. “El tema es saber venderla y que los clientes tanto los dueños de los locales como los consumidores estén dispuestos a pagar un poco más por un producto de calidad, un producto natural sin absolutamente ningún aditivo”, explican. Tampoco el precio difiere mucho de las cervezas de importación, aunque sí suba un poco respecto de las cervezas industriales “normales”, del tipo Mahou o San Miguel.
Entrevistas en los medios de comunicación, llamados por la originalidad del proyecto, y el boca a boca, que es lo que definitivamente abre hueco a una marca, les permiten poco a poco entrar en los locales de hostelería. No es sencillo, sino “duro y difícil”, en sus propias palabras. “Las multinacionales dan de todo: dinero en mano con contratos cerrados, terrazas, televisiones... Frente a ello, nosotros únicamente ofrecemos nuestro producto e intentamos dar un servicio mas personal y cercano”. Y, encima, con fair-play: “Nosotros, a diferencia de las cerveceras estándar, no intentamos quitar lo que hay en el local y poner nuestra cerveza, sino que ofrecemos un complemento, un producto mas selecto, aunque sea más minoritario y más caro”. De alguna forma, se trata de hacer como con los vinos: no es lo mismo el vino de “poteo” que los crianzas o los reservas. Suena un poco a David contra Goliat.
Proyectos de crecimiento
Su mercado lo centran, de momento, en Navarra. “Sólo comercializamos barriles, por lo que en cada local tenemos que montar la maquinaria correspondiente, llevar el mantenimiento, etcétera. Bastante es superar las dificultades que ello conlleva como para salir fuera tan pronto”. Eso sí, comienzan a darse a conocer en las ferias de cerveza y eventos en los que solicitan su presencia, y próximamente estarán en Ibarra, Irún y Ordizia.
Desde su sede en Landaben, a sólo unos metros de su antiguo puesto en Koxka, estos pequeños empresarios cerveceros ven el futuro con relativo optimismo. A corto plazo esperan ampliar la producción: “con una inversión mínima podemos duplicar la actual”, señalan. Como son una cooperativa, buscarán otro socio que, como ellos, aporte capital. Pero no sólo económico, sino también humano: “Será alguien que, como nosotros, crea en este proyecto, trabaje de verdad por él y sea su futuro”. Como ellos: como Josu, Juanjo y Juan. ¡Prost!
2 comentarios: on "Navarra, ¿nuevo "lander" cervecero?"
Aiii espero que les vaya muy bien, yo mi granito de arena lo pongo porque siempre que veo que hay en un bar suelo pedirla.
Oiiido caja.... por aquí no la he visto, pero tiene una buena pinta la jarra, mmmmm, con el calorcito que hace!
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