Cuentista, blogger, sanferminero
El calentón se nos pasó en un pispás, tanto a la alcaldesa como a mí. Apenas salimos al balcón del ayuntamiento fue como si nos devorara un animal, un monstruo de miles de cabezas que le sacaban otras tantas pequeñas lenguas al mundo.
—¡Macanudo! —no pude menos que exclamar.
—¡Macanudo! —no pude menos que exclamar.
Nunca había visto nada semejante. Ni siquiera en la cancha de Liverpool, cuando yo era el más diablo de los diablos rojos. La pequeña plaza parecía que fuera a reventar y desde ella se elevaba ya un solo grito —“¡San Fermín, San Fermín!”— que me arrebató la erección y, en compensación, me puso de punta todos y cada uno de los pelos del cuerpo. Pensé que si la afición de Osasuna se comportaba del mismo modo nos íbamos a llevar bien.
Observé a algunos de mis compañeros. Un ejército de mercenarios reclutados en países pobres. Camerún, Brasil, Rumanía... Vi cómo miraban boquiabiertos el espectáculo. Habían conseguido triunfar a fuerza de pegarle patadas a un balón, de pegárselas con todo su alma, como si con cada una de ellas golpearan al hambre y pudieran hacerlo añicos. En cierto modo era así, ahora todos ellos eran millonarios, pero cuando alguien ha sido pobre, pobre de verdad, es imposible mandar el balón lo suficientemente lejos. Me recordé a mí mismo, en nuestra chabolita, allá en Buenos Aires, comiendo papas todos los días, y de repente tuve la impresión de que aquello mismo que estaba viendo ahora era la manera exacta en que yo me imaginaba en mi niñez lo que debía ser un mundo feliz, un mundo sin hambre, un mundo en que la comida y la bebida eran abundantes y la gente se divertía arrojándose huevos, salpicándose con champán. Un mundo en que las guerras se libraban a tartazos de nata.
Aquel, sin embargo, no era el momento de ponerse trascendentales. Al menos ahora, nosotros, algunos de los pobres de la tierra, estábamos arriba, en el balcón y debíamos disfrutar del momento. Observé cómo Godman, guiado por Pichurri, la alcaldesa, encendía un puro enorme y se acercaba al micrófono y al cohete que allá había dispuestos.
—¡Pamplonesos! —comenzó el míster.
El griterío ensordecedor en la plaza se convirtió de repente en un silencio tenso, como un gato callejero a punto de saltar y enganchar un filete gordo, que le alimentara durante nueve días.
—¡Viva san Quintín! ¡Gorda¡ ¡Dios salve a América!
—¡Viva san Quintín! ¡Gorda¡ ¡Dios salve a América!
Yo no estaba muy seguro, pero para mí que se había equivocado. Al principio, sin embargo, tras prender la mecha y hacer estallar el cohete, no sucedió nada extraño, si entendemos por ello que abajo la multitud comenzó a saltar, a bailar, a abrazarse... —aquello era la normalidad al parecer durante los sanfermines—, pero pasados unos segundos el que hasta entonces había sido un sirimiri de huevos y taponazos de champán que pretendía calar sólo a la alcaldesa, se convirtió en un diluvio de dimensiones bíblicas dirigido al míster. Tuve la sensación de que aquel era el principio del fin de la Godmanía.
Rápidamente todos cuantos estábamos en el balcón corrimos a refugiarnos al interior del ayuntamiento, pero se había formado un tapón en la puerta porque los concejales se habían adelantado unos segundos, justo cuando alguien anunció que el lunch estaba listo.
La lluvia de huevos arreciaba y yo me encontraba junto a la alcaldesa. Fue la primera vez que la abracé. Por mi parte fue solo un gesto protector, pero ella, como quiera que éste se prolongara y yo volviera a imponerle mis manos mágicas, lo acogió de muy buen grado, como demostrarían al día siguiente las portadas de todos los periódicos locales, en las que, bajo titulares como “¡San Quintín, San Quintín!” u otros más malintencionados —“¡Ese Tocho!”— la alcaldesa apareció amarrada a la parte de mi anatomía más afamada. Y no estoy hablando de las manos.
Continuará...
10 comentarios: on ""Ese Tocho", capítulo tercero"
dulces sueños,escondidos en la noche de los horrores negros...(el último de la fila).
Como un par de necios disfrutamos del incendio sin saber que acaba en cenizas... (Sidonie)
...e perchè mai dovremmo pagare anche gli extra a dei rincoglioniti? (Franco Battiato - Inneres Auge [que no tercero patatero peneuvero, que te veo venir])
Piuuuu, piuuuuu, piuuuu ni ni naniiii ni ni na niiiiiiiiiiiiii, nii ni na na ni na na nnia nainainainaini anai naniiiiiiii niiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, ninaninaniniannainaniaiiiiiiiiiiiiiii.... (U2 - The Fly - el solo de guitarra acojonante que se marca The Edge a mitad de canción [por aquí la parroquia es que no sabemos mucho de acordes de guitarra, tenemos ahí a uno que dice que si le sacas de trikitixa se pierde, y que encima, con el pedo que lleva ni para esas mandangas está])
Too old to be told, exactly who are you?
Tonight, tomorrow's too late...
Nothing to lose, nothing to gain
Nothing at all.
(U2 - Like a song)
Some folks are born made to wave the flag,
Ooh, they're red, white and blue.
And when the band plays "Hail to the chief",
Ooh, they point the cannon at you, Lord,
La Creedence tío, la Creedence!!!! Fortunate son
Dedicada al gasteiztarra de bilbao o al revés, que ésta es de su época.
Take a drink from his special cup Dr. Robert - los beatles, como no.
Just the beer light to guide us...
David Bowie - Ziggy Stardust
Eyyyyyyyy bilbaino que yo te dedicar´`ia una del consorcio pero que no me dejan, y como tampoco me dejan ponerme muy estupendo te dejo la de Van Morrison Spanish Rose, sin segundas, que esqu e estoy enamorado.
Gracias,os acompañaré cada noche,me gustan todos,menos Battiato,que no he tenido muchos ratos para dedicarle,los demás hace años los dejé entrar en casa,son mis invitados,soy del sesenta y siete,y una cascarrabias...,que siempre se está quejando!
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