El día que me asediaron las sectas (y caí)

Por ELOY RABO

Cuarto y mitad de escéptico

Aquí me tienen: con lo ácrata que yo he sido, y cada mes recibo una publicación llena de falsos ídolos, promesas de felicidad y sabiduría, y hago escrupulosamente mi aportación monetaria a la causa. Todo porque un día me acosaron las sectas, y al final piqué.

Andaba yo en mi casa con mi ocupación favorita, para la que necesito dos manos: una para sujetar la cerveza, y otra para sujetarme los huevos. Miraba en la televisión una más de las raciones de morralla que nos sirven, en plan opiáceo social, los prebostes del tema catódico. Y, de repente, ringggggggggggg. A alguien se le había encasquillado el dedo en el timbre.

Al abrir me encontré a dos chavalitos de origen anglo, con sus trajes empapados en lluvia, sus corbatas rojizas y esa pinta de acabar de ser sacados del pijinternado de El club de los poetas muertos. Tardé en reaccionar, y para cuando vi la placa metálica de su americana ya habían empezado a rajar. “Los Santos de los Últimos días” blabla, “la Iglesia auténtica” blabla... “No, gracias, enciclopedias ya tengo”, les dije mientras cerraba.

20 minutos de mierda televisiva después, volvieron a llamar. Chico y chica, en este caso, y jóvenes y guapos, con un cuadernito que parecía un libro para niños. Con lo agustito que podrían haber estado fornicando entre ellos, y les hacían perder el tiempo. “¿Sois los que no admitís las transfusiones?”, pregunté a bocajarro. “Bueno... es parte de la imagen social que...” empezó a decir él. “A mí es que, como buen vampiro, me gusta beber sangre”, respondí al tiempo que cerraba.

Tardaron otros 50 minutos, más o menos, en los que ya había visto tres veces a la pareja de moda en el programa de Ana Rosa y la reconstrucción de dos crímenes en Las mañanas de Cuatro. Y volvieron a llamar. Al abrir me encontré a dos señoras de cuarenta y pico años. “Blablablabla Evangelio blabla”. Les pregunté si eran evangélicas, y con su respuesta afirmativa, desbocado, me lancé: “Hostia, ¿y hacen la misa con música de Peret?” Las señoras debieron de dar mi alma por perdida y se dieron la vuelta, sin esperar a que cerrara.

Y media hora después, aproximadamente, y un concurso de guapos intentando ligarse a guapas después... ringgggggg. Abrí, ya con cierta cara de guasa, y me encontré con Él. Era bajito, algo rechoncho, calvo, con gafas, y un jersey con bolitas. Y empezó bien: “La televisión actual, llena de violencia, llena de desmanes y de tonterías...” Con aquello me enganchó. “Conocimiento blabla... nuevas experiencias blabla...” Me interesó. Seguí escuchándole, le dije que pasara y hasta le hice un café.

Y, como les digo. Cada mes, revista con falsos ídolos y vanas promesas de conocimiento y felicidad. Y el donativo. Y orgulloso y convencido, debe de ser por el lavado de cerebro. Pienso que de todos los sitios donde pude caer aquel día, el Círculo de Lectores no era, ni mucho menos, el peor. Y, si lo es, arderé en el Infierno... pero con mis libros.