Los adoquines del Casco Viejo, en Beasain

Por JAVIER DOMÍNGUEZ

Adoquinero nostálgico

Identificaré como Moisex Larraza al confidente que me pasa un dato que, aunque en su momento debió de ser conocido (a juzgar por lo leído en el foro de Diario de Noticias) pasó como de puntillas por el panorama de la actualidad navarra allá por febrero de 2007.

Quien haya estado por Beasain habrá visto el conjunto monumental de los señores de Yarza o Igarza, que tirando de tópico podríamos calificar como de “entorno privilegiado”. Junto al río Oria, al lado del puente, construyeron una casa-torre en la que cobraban peaje por cruzar el cauce. En ese punto se cruzaban, por ejemplo, el Camino de Santiago y el Camino Real, así que su posición estratégica era clave. Con posterioridad, en la zona se hizo un palacio, una ermita, una ferrería y un molino, entre otras cosas.

En 2007, una buena parte del conjunto monumental fue restaurado, con la idea de aprovechar los edificios existentes para hotel, restaurante y sala polivalente. En la restauración se incluyó un cambio del pavimento, y ahí entra (alguno se lo estaría preguntando) la razón de este artículo. Porque en Beasain están hoy algunos de los adoquines polémicamente retirados de algunas calles del Casco Viejo.

Según me cuenta Moisex Larraza, los responsables de la restauración (realizada por cierto con el amparo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi) dicen que algunos de los adoquines, por ejemplo, han visto pasar a los toros del encierro, ya que provendrían de la mismísima Estafeta. Esos adoquines “incómodos y poco funcionales” para el consistorio de Yolanda Barcina (un total de 8.400 piezas) fueron comprados por el Ayuntamiento de Beasain a un anticuario por 42.000 euros (a razón de cinco euros el adoquín). El Ayuntamiento de Pamplona, que los retiró y colocó adoquín nuevo por completo en los lugares donde se puso, no dio ninguna explicación al asunto: “Quien debe detallar cómo han llegado esos adoquines a Beasain es quien los compró", dijeron desde la concejalía del ramo.

No es lo único “reciclado” en estas obras, ya que además de los adoquines se reutilizaron los restos de escoria originados por la ferrería, que se aprovecharon para decorar los alrededores de ésta. Pero aquella escoria era escoria, mientras que los adoquines retirados de Pamplona, al parecer reaprovechables, acabaron en Beasain a través de un anticuario. No se insistió en saber quién y cómo sacó el adoquín de las obras de peatonalización del Casco Viejo de nuestra capital. No se insistió en saber qué intermediario o intermediarios, además del propio anticuario, sacaron dinero en aquella operación.

Es curioso, y a mí personalmente me produce cierto orgullo vano, saber que los adoquines que soportaron nuestras pezuñas y las de unos cuantos centenares de toros siguen, hoy, siendo útiles. Y que además lo hacen sin necesidad de haber sido triturados. Lo que en cualquier caso siembra dudas es pensar por qué a Beasain le sirve lo que algún ingeniero de Pamplona desechó. O nosotros somos muy listos... o vamos de listos.