La gripe A, ¿una gripe mediática?

Por FERNANDO DOMÍNGUEZ CUNCHILLOS

Médico de mascarilla (y no por la gripe)

Desde que hace unos meses se comenzó a hablar de gripe porcina, de gripe nueva, de gripe A, ha sido mucha la información y no siempre adecuada. La denominación mas adecuada para esta gripe sería “gripe mediática”. Apareció a punto de comenzar el verano, cuando las noticias son de menor enjundia, los políticos descansan y hasta la crisis económica parece ser menor a juzgar por la salida de vacaciones.

De que la gripe A sea más mediática que la estacional no sólo es responsable la prensa y los medios de comunicación, las autoridades sanitarias también han aportado su granito de arena, quiero pensar que de forma involuntaria. Harían bien en difundir ampliamente los conocimientos que a día de hoy se tienen de la gripe A. Conocimientos no inmutables, sino sólo actuales.

La gripe A está producida por el virus de la gripe AH1N1, es decir, no es una enfermedad nueva sino que es gripe. Hasta ahora, y recalco hasta ahora porque no puede saberse aunque sí predecirse cual será en el futuro el comportamiento del virus, ha sido similar al de la gripe estacional en cuanto a agresividad pero no en cuanto a su transmisibilidad y capacidad de contagiar. Es lógico que así sea; se trata de un virus producto de mutaciones nuevas hasta ahora y frente a las cuales ningún ser humano ha podido desarrollar ningún tipo de inmunidad. Esto ha facilitado que rápidamente haya sido capaz de provocar una pandemia, concepto que no significa nada en cuanto a su gravedad sino en cuanto a su difusión.

Naturalmente, frente a esta nueva gripe la actitud de las autoridades sanitarias ha ido cambiando en función del grado de difusión del virus. Cuando todavía su difusión no era universal, lo lógico era intentar evitar su progresión geográfica; de ahí que a los enfermos o sospechosos de padecer gripe A se les aislase, se les trasladase con mascarillas, se tratase a los contactos, se investigase mediante frotis faríngeos la causa del síndrome febril en búsqueda del virus AH1N1, etc… En este momento, que la difusión del virus es universal, no tiene sentido ninguna de estas actuaciones; todo caso de gripe que se presente actualmente, se etiqueta como de gripe A, y si el paciente no presenta un cuadro grave ni es aislado ni es ingresado. Es decir, las actuaciones médicas deben ser iguales a las que se ponen en marcha ante la gripe estacional.

Hasta hace unos pocos días los datos de que disponían las autoridades sanitarias indicaban que el número de casos diagnosticados en el mundo es de unos 134.000 y de ellos habían fallecido 816; dicho de otro modo, la mortalidad por el virus de la gripe A es del 0,6 %, y la mayoría de los fallecidos, aunque no todos, sufrían algún otro tipo de patología que los hacían especialmente vulnerables. Considerando que la gripe estacional causa cada año entre 250.000 y 500.000 muertos en el mundo y alrededor de 3.000 sólo en el estado español, no parece que la gripe A tenga hasta este momento una mayor agresividad. Y sin embargo, las autoridades sanitarias siguen dando a diario un parte de la evolución de la enfermedad, como si de un parte de guerra se tratase, los medios de comunicación siguen publicando todos los días en lugar destacado el número de pacientes ingresados en la UCI, el número de fallecidos, etc… ¿Alguien recuerda que se publiquen estos datos referentes a la gripe estacional?

Puede decirse, por tanto, que estamos ante una enfermedad con mayor transmisibilidad pero no más grave que la gripe estacional. ¿Pero esta situación va a mantenerse así? Intentar responder a esta pregunta sólo puede hacerse desde la conjetura y analizando el comportamiento de otras pandemias de gripe habidas en el siglo XX. Las pandemias de gripe se producen siempre por importantes mutaciones del virus de la gripe (pequeñas mutaciones son recurrentes y se producen anualmente), y en el siglo XX hubo 3. La pandemia de la denominada “gripe española” en 1918, fue excepcional porque se produjo en años de la I Guerra Mundial y en su postguerra, lo que la hizo especialmente grave, y causó la muerte de unos 40 ó 50 millones personas en todo el mundo. Las pandemias posteriores fueron mucho más benignas, puesto que la de “gripe asiática” en 1957, y la de “gripe de Hong Kong” en 1968, mataron a 2 millones y 1 millón de personas respectivamente.

Pues bien, el comportamiento de estas pandemias nos ayuda a prever lo que puede ocurrir en esta. Lo mas probable es que esta situación se mantenga unos años; los humanos nos iremos contagiando e inmunizando progresivamente, de forma que el contagio será rápido al principio, el número de pacientes crecerá rápidamente provocando un fuerte pico epidémico, y progresivamente irá disminuyendo el número de afectados, al tiempo que el virus irá mutando para no perder su capacidad de contagio.

Con todos estos datos que actualmente tenemos en la mano, los médicos y los responsables sanitarios podemos, y debemos, transmitir tranquilidad a nuestros pacientes y a la población general. Es por eso por lo que no veo acertadas medidas excepcionales que se alejen de esta línea; nos debemos preparar para poder atender un pico importante de enfermos en los próximos meses pero no debemos adoptar ningún tipo de medida especial que no se adopten frente a la gripe estacional. Por ejemplo, desde este punto de vista, no parece acertado escalonar el comienzo del próximo curso escolar. En primer lugar porque el periodo de contagio o transmisibilidad oscila entre 3 y 7 días y el de incubación de la enfermedad de 1 a 7 días, de forma que antes de estar enferma una persona puede ser fuente de contagio…¿cuánto tiempo va a escalonarse el comienzo? ¿merece la pena crear alarma en la población con el único objetivo de tener un menor pico epidémico? ¿por qué no se escalonó el comienzo del curso después de las últimas vacaciones de Navidad cuando el pico de gripe estacional era similar al que se preve que puede darse en los dos próximos meses por la gripe A?

En definitiva, bienvenidas sean todas aquellas actitudes de vigilancia armada, pero huyamos de medidas que sin reportar un claro beneficio provoquen alarma, ayuden a pensar a la población que algo se está ocultando, y sigan haciendo de la gripe A una enfermedad mediática.